jueves, 4 de agosto de 2011

Fue hace diez años atrás... ó "Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos" (P.Neruda)


Fue hace diez años atrás.
Exactamente transcurrieron diez años desde aquel 4 de agosto del 2001, cuando a esta misma hora estaba desembarcando en el aeropuerto de Miami.
Aún recuerdo la despedida en Solymar...
No quería despedidas en el aeropuerto. Sencillamente no lo hubiera soportado.
Cuando llegó Gonzalo, quien me llevaría en su auto hasta el aeropuerto, todo se volvió nerviosismo...
“Llevás el pasaporte?”
“No te olvides de llamarme cuando llegues a casa de Ana.”
“Poné el pasaje en el bolso de mano...”
Adriana buscaba cualquier excusa para demorar el abrazo final.
Camilo y Tamara me miraban con sus ojitos llenitos de despedida.
Revisar una vez más que habías metido parte de tu vida en una maleta, el último vistazo a tu casa... el adiós a tus discos, tus libros y tus cuadros.
-Dale primo que se nos hace tarde- murmuró Gonzalo...
Y allí comenzó el desgarro.
El abrazo y los besos con mi compañera de vida y mis hijos agarrados a mis piernas.
Yo no quería... no podía llorar y no lo hice.
En seis meses nos reencontraríamos los cuatro ya en Atlanta, y volvería entonces a armar el puzzle en que se había convertido mi cuerpo en aquella despedida.
Cuando subí al auto ya no pude volver a mirar...
La despedida con Gonzalo en la puerta de la sala de embarque... el abrazo de dos hermanos más que primos.
Al comenzar a carretear el avión por la pista, la gente comenzó a cantar el himno.
La sensación del despegue aún me sigue dando nervios en el estómago al recordarla.
Fue diferente a otros despegues... muy diferente.
Sentía que me iba de mi país, de mi Montevideo, de mi Malvín, de mi familia y de mi gente.
El piloto no tuvo mejor idea que apenas despegar, comenzar la maniobra de viraje y poner rumbo norte sobre mi casa... allá abajo estarían Adriana, Tamara y Camilo viendo el avión donde se iba papá... y no pude más... exploté en llanto.
En la madrugada del 4 de agosto desembarcaba en Miami.
Me habían pasado el dato de que allí pasar la “migra” era un simple trámite y así lo fue.
No así para muchos otros que venían en el mismo vuelo... pero en ese momento no podés mirar para los costados. Es esa, la primer lección que todo inmigrante aprende.
El abrazo con Ana y al llegar a su casa la llamada prometida, confirmando que todo había salido bien.
Al otro día, vuelo para Atlanta y ahí sí comenzaba a ejercer mi nuevo oficio... inmigrante y sin papeles.
Ha pasado mucha cosa en estos diez años... pero mucha cosa.
Fue hace exactamente diez años atrás.
Como dijo Neruda: “Nosotros... los de entonces, ya no somos los mismos.”
Decímelo a mí...


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