domingo, 31 de marzo de 2013

Pentagramas de esperanza.



Llueve... sigue lloviendo.
Desde que llegué a Madrid y de eso hace ya veititantos días, la nieve primero y la lluvia después.
La tarde se cuela por mi ventana. Todo está verde, queriendo florecer. Pero la madre natura parece querer negar el calendario.
El mate pronto, un cigarrillo humeante en el cenicero, mis manos cada tanto acariciando la lámpara tratando de encontrar un poco de tibieza.
-este tiempo que viene de huesos congelados- decía ayer.
Ahora, comienzan los primeros acordes de "Prosa", un poema hecho canción de Eduardo Darnauchans.
Una grabación del Darno para uno de sus mejores discos, "El trigo de la luna".
Y se aparecen los recuerdos de aquel tiempo. De cuando teníamos todo por delante.
Carlitos Da Silveira, amigo y cómplice de la vida del Darno, fue quien grabó junto a Bernardo Aguerre, las guitarras de aquel disco. Banda sonora de aquellos días.
Y lo recuerdo a Carlitos en mi departamento de Almería y Yacó, rasgueando su guitarra con los acordes de "Prosa", donde Darnauchans dice/canta/grita desesperadamente:
-aprendí y aprenderé voy aprendiendo/
me debo la canción de la sonrisa/
y me deben pentagramas de esperanza.//

Y se fue sin haber cantado la canción de la sonrisa.
Y se fue sin que que alguien le diera pentagramas de esperanza.
Así como así, o tal vez él, no supo verlos.
O no quiso.
De este tiempo, de estos días.
De la esperanza que anida en los brotes del árbol que tengo frente a mi ventana.
De la serenidad que vendrá después de la lluvia.
De estos días de congelados huesos.
Todo pasará.
También este tiempo de espera.
De soledad, que como decía Alfredo, apenas -son cuatro mundos, el de la mentira, el de la vergüenza, el del miedo y el de la soledad. Quien pudiera amar después de roto-.
Y dice más el Darno.
Dice que -una mujer colgada de la nada, una blanca terrible trapecista, me enseñó las canciones del peligro.-
Y es a esa misma señora, la muerte. A "la señora otra" al decir del Darno, a quien no pienso esperar.
Porque a mí también, me deben pentagramas de esperanza.

Prosa

Entre los labios levemente lila
de aquella muchacha desolada
aprendí la canción del desamparo

en la oreja azul del bichicome
escuché el murmullo lastimado
de la canción del último abandono

canciones y canciones y canciones
mi dentadura tristeció con ellas
y mi garganta se amigó con ellas

las cuerdas de guitarras imposibles
tocaron para mí por madrugadas
los acordes helados de mi miedo

una mujer colgada de la nada
una blanca terrible trapecista
me enseñó las canciones del peligro

he sentido la música distante
el minuet del perdido pasadizo
en el roce de muertos cortinados

palabras y de música palabras
concéntricas canciones mis memorias
(y después las canciones que he olvidado)

la letra de la lenta prostituta
la maestra de todos mis errores
y medias negras y penumbra tuerta

aprendí y aprenderé voy aprendiendo
me debo la canción de la sonrisa
y me deben pentagramas de esperanza.

Eduardo Darnauchans
El trigo de la luna, 1989.

sábado, 30 de marzo de 2013

El tiempo


(Acerca de la foto que encabeza el post: Una vez me llegó un correo del Santi. En ese correo me contaba que iba conduciendo por una calle cualquiera de Montevideo y en una pared alguien había graffiteado una frase de una canción de Fernando Cabrera. Y entonces detuvo el coche, sacó su cámara y a las pocas horas yo recibía esta foto en Madrid.)


El tiempo

"Que nadie se ponga en mi lugar.
Que nadie me mida el corazón."
("La casa de al lado" - Fernando Cabrera)

el tiempo pasa/
inexorablemente pasa./
el futuro que mañana será pasado/
lo que ayer florecíó, se volverá marchito,
mustio, agonizante/

nuevas fotos de colores que hoy se vuelven sepia/
las agujas de un reloj señalando el sur/
tan solo unas horas de tregua para lamernos las heridas/
luego/ cada uno juntará sus restos que de vida tenga/
y saldrá nuevamente al camino
con los ojos llenos de recuerdos/

de cuando amanecía y aquel escándalo de pájaros mudos/
de la vecina de abajo desnuda junto a la ventana/
de fiesta en la cocina con aromas de ajo y canela/
la prima de riesgo al rojo vivo/
y Tony Soprano con su sonrisa de niño bueno/

y así/ como todo pasa/
pasarán los días y sus noches/
y también pasará esta tristeza
que viene de huesos congelados/

y a la hora en que se derrita el hielo
aguándote el whisky/ cuando baje el telón
y se enciendan los focos/
proyectando tu soledad de cara a una sala
llena de caras sin rostro/

saldrás a la calle nuevamente
y solo vos sabrás la respuesta/
a todo aquello que fuimos/
a todo lo que no supiste decir/
pero para entonces
nuestro tiempo ya habrá pasado/

porque el tiempo pasa/
inexorablemente pasa//

g.t.
(marzo’13)
en Madrid y a propósito de una cerveza, una canción de F.Cabrera y el final de un film)

º º º º º º

"La casa de al lado" - Escena final de "El dirigible" (1994) dirigida por Pablo Dotta


lunes, 25 de marzo de 2013

Si me dan a elegir.



Luego de haber visto por 34ª vez "Deprisa deprisa" de Saura y a propósito de esta escena en la que los protagonistas conocen el mar.
Gente jugada por nada y por tanto. Perdedores eternos.
Llegan al mar y bien podría ser el Cabo de Gata o la rambla de Malvín (aunque no lo sea).

"-no querías el mar? 
pues ahí lo tienes, todo para tí...-"
(Pablo - Deprisa deprisa)

De tanto barajar cartas marcadas
nos creímos buenos jugadores/
no quisimos darnos cuenta
y el mundo seguía allá fuera/
para nosotros cada logro
fue escalar una montaña y luego otra/
noches y madrugadas
asomándonos al pretil del hondo vaso/
sabedores de que no había nadie más/
hombro con hombro/ espalda con espalda/
té con canela y palomitas/
y nos fuimos acercando más y más/
hoy tu recuerdo puede más que todo/
por eso te extraño/ aunque pueda seguir solo/
porque estás viva y latiendo
peleando y peleando/
porque te quiero más así/
como cuando jugaba de puntero
toco y me voy/
una vez más me voy/
que suenen la sirenas del viejo puerto/
que los altoparlantes de los aeropuertos
se agoten anunciando la última despedida/
una vez más
yo me voy/
sin mirar atrás/ sin escuchar a la noche/
porque como en el film de Saura/
si me dan a elegir/
me quedo contigo//

gt.
(montevideo 7 marzo'13)

miércoles, 6 de marzo de 2013

Hugo Chávez, descanse en paz.


En el acierto y en el error, en el encuentro y en la discrepancia, todo mi respeto y mi solidaridad con el pueblo venezolano.
Tal vez porque Chávez era un llanero (como bien me enseñó mi compadre el poeta colombiano Mauricio Vidales) no supe comprenderlo.
Vivió y murió como tal.
Por eso nunca pude “tragarme” a Chávez cantando rancheras por cadena de radio y televisión.
Pero eso es lo anecdótico.
Lo verdadero e importante, lo que sobrevivirá inluso al mismo Chávez, es la semilla que sembró.
Un país saqueado por los que nuncan cantan por tv, por los políticamente correctos y de cuello y corbata... ladrones como Carlos Andrés Pérez (amigo dilecto de Felipe González), dejaron a Venezuela y su pueblo sumidos en la más honda miseria.
Chávez le devolvió la dignidad a los de abajo. Los “desdentados” recuperaron la sonrisa y fueron ellos quienes lo rescataron de una casi inevitable muerte en aquella noche donde la derecha rancia y aristocrática intentó llevar adelante un golpe de estado.
Chávez, el que ganó una y mil elecciones, hoy no pudo con el puto cáncer.
Seguramente esta noche brindarán con champagne en Washington y Miami mientras en los barrios de los cerros caraqueños, algunos llorarán y otros se prometerán seguir adelante con el proyecto bolivariano.
Por la dignidad de nuestro continente, que así sea.
Comandante Hugo Chávez, descanse en paz.