martes, 6 de junio de 2006

El reparador de sueños.


Silvio Rodríguez, nació el 29/11/1946 en San Antonio de los Baños, Cuba. Fundador de la Nueva Trova, músico y escritor. Según cuenta Don Mario Benedetti: "... Silvio es un poeta que canta y más aún, es uno de los poetas más talentosos de su generación."

CANCIÓN DE INVIERNO

Es día de frío y llegas a casa
vienes de la tarde cansade de un jueves
los muebles, tu perro y millones de ojos
están como siempre esperando tu vuelta
en la que presientes que nada ha cambiado
te espero lo mismo, el sueño ha pasado.

Recoges tu pelo, tan libre en la tarde
quizás porque alguien nunca lo vio preso
te sientas y cenas y todas las culpas
te dan con un peso mayor que tus fuerzas
y pugnan tus ojos y esta tarde loca
hasta que eres débil y tapas tu boca.

Cuando todo pasa, te crees segura
mientras con tus horas revuelves cenizas
presientes muy dentro pasiones prohibidas
no importa mentirse para ser felices
hasta que un deseo se meta en tu lecho
más... ¿qué estás pensando? te tapas el pecho.

Pero necesitas quedar bien con todo
todo que no sea bien contigo misma
la angustia es el precio de ser uno mismo
mejor ser felices como nuestros padres
y hacer de la lástima amores eternos
hasta que a la larga te tape el invierno.

Este presente ahora pasado...

Casi, como de repente... así nomás y sin avisar
se nos vino este presente, el que hasta ayer nomás
era el futuro, o como decían las viejas de mi barrio
"...ay nene... si tenés todo el mundo por delante..."
Y me pregunto yo, qué hago con todo este presente?
Sabés como pesa todo este ahora pasado?
Hace un tiempo ya que hice la valija.
Me despedí de Montevideo, fue en invierno,
caminé por sus calles, sus boliches,
se me cayó una lágrima frente a un Torres García,
le di un beso grande al Pepe en la Plaza,
me tomé la última en el Míchigan, allá en Malvín
y me fui...
Atrás quedaba mi sombra, saludándome con un
pañuelito azul desde la bahía...
Pasé por Miami, viví en Atlanta... "my sweet Georgia",
pisé las arenas de Savanah, crucé las Carolinas, Virginia
y Manhattan me recibió lloviendo.
Después desembarqué en Madrid, aún recuerdo el aire helado al salir
del aeropuerto... atravesé Castilla, y en La Mancha juro que vi
al caballero de la delgada figura... pero ya no luchaba contra molinos...
solo escuché que me gritaba: "... ya no hay locos... ya no hay locos..."
Sonreí cuando vi al Mediterráneo... y otra vez, una vez más
me puse a llorar, esa puta costumbre que tengo...
cada vez que me siento superado por la belleza, la nostalgia
y por tanto amor... entonces ahí lloro... como ahora,
que mientras escribo estoy escuchando al Astor y entonces...
como tanta belleza, tanta nostalgia y tanto amor no los puedo absorber...
entonces lloro y lo que es peor...
no puedo parar. Que lo parió.
Denia, 6 de junio de 2006.-