lunes, 30 de julio de 2007

Montevideo - Cristina Peri Rossi


Montevideo (Estado de Exilio, 2001)

Nací en una ciudad triste
de barcos y emigrantes
una ciudad fuera del espacio
suspendida de un malentendido:
un río grande como mar
una llanura desierta como pampa
una pampa gris como cielo.

Nací en una ciudad triste
fuera del mapa
lejana de su continente natural
desplazada del tiempo
como una vieja fotografía
virada al sepia.

Nací en una ciudad triste
de patios con helechos
claraboyas verdes
y el envolvente olor de las glicinas
flores borrachas flores lilas.

Una ciudad de tangos tristes
viejas prostitutas de dos por cuatro
marineros extraviados
y bares que se llaman City Park.

Y sin embargo la quise
con un amor desesperado
la ciudad de los imposibles
de los barcos encallados
de las prostitutas que no cobran
de los mendigos que recitan a Baudelaire.

La ciudad que aparece en mis sueños
accesible y lejana al mismo tiempo
la ciudad de los poetas franceses
y los tenderos polacos
los ebanistas gallegos
y los carniceros italianos .

Nací en una ciudad triste
suspendida del tiempo
como un sueño inacabado
que se repite siempre.

Cristina Peri Rossi (Nacida el 12/11/1941 - Montevideo)

A la ciudad de Montevideo (Letra y música de Daniel Amaro)
Arreglos, voz y guitarra: Carlos Vidal





sábado, 21 de julio de 2007

Lucía.

Cuando vos naciste, tus viejos me eligieron para ser tu padrino.
Recuerdo lo contento que me puse...
Creeme, no era fácil elegir al "descarriado, hippie, anarco-bolche (ves? en eso no se ponían de acuerdo... ), divorciado, sinhijosalos32 años, etc. etc." de la familia. Pero también recuerdo que les pregunté varias veces si estaban seguros. No hubo forma, querían que yo fuera tu padrino...

La iglesia de Santa Rita, en Maroñas si no me equivoco, fue el lugar... allá se fue toda la familia para continuar con la tradición. Cosa que luego, obviamente me encargué de romper... Tamara y Camilo no están bautizados y por el momento y pese a todos los rezongos... siguen respirando y a esta altura, en plena adolescencia... creo que zafaron de la maldición bíblica.
Pero a tus viejos, yo se lo avisé... Es que me conozco Lucía. A mí... las responsabilidades me pesan che...

Hoy, nuevamente tu padrino no pudo estar junto a vos. No pude bailar el vals tantas veces soñado... Pero creeme, por favor creeme... esa noche levanté mi copa aquí en Denia y brindé por vos con el cielo llenito de estrellas.

Lucía... no pierdas nunca pero nunca esa sonrisa. Que te quiero mi niña, ahora mujer...

Jaime Roos - 15 abriles




martes, 17 de julio de 2007

Aquella mesa del bar...

Por favor, si es posible... léase escuchando "Cuando juega Uruguay" por Jaime Roos...




Lo que sigue a continuación no es fruto de mi imaginación.

Doy fe de ello porque fui partícipe de aquella mítica mesa de bar donde se contaban anécdotas, cuentos, leyendas... sobre lo ocurrido aquella histórica tarde del 16 de julio de 1950 en Maracaná.
Mi padrino, Don Pedro Scasso (para mí... Tití) era el propietario del Bar Capitol, ubicado en la esquina de Cuaró (hoy llamada Carlos Solé) y Boulevard Artigas, en el límite entre los barrios Bella Vista y Prado. Yo vivía en el edificio de arriba del bar, por lo que gran parte de mi niñez transcurrió metido entre las mesas del boliche.
Los mozos (camareros), Walter (hincha de La Luz), el Gallego José María (hincha de Racing) y Miguelito, eran como mis tíos.
Cuando murió Tití, el bar pasó a manos de mis padres y al poco tiempo, se lo vendieron a Walter y José María. Hoy, por lo que me cuentan, solo quedan Walter y Miguel... pero el viejo y querido Bar Capitol permanece abierto peleándole al tiempo...

Los lunes por la mañana era el día elegido. En los meses de verano, cuando estaba de vacaciones, me levantaba temprano porque a las 9 comenzaban a llegar.
Recuerdo solo a algunos de aquella famosa tertulia...
Don Carlos Solé, el maestro de los relatores deportivos uruguayos.
Pablo Víctor Vaga, juez de fútbol y creador de un nuevo estilo en el arbitraje.
El Dr. Blanco (nada que ver con el canciller de la dictadura... hoy felizmente preso) uno de los tipos más simpáticos que conocí en mi vida, pero también gran, pero gran jodedor...
El “Bebe” Walter Carvidón, uno de los mejores porteros que dio el fútbol uruguayo allá por los años 40.
El Dr. “X” (no lo menciono por motivos obvios...), médico de todas las familias del barrio, y gran hincha de Rampla Jrs., además de estar siempre borracho...
El viejo Mendoza. Un enigma para todos... Levantaba quiniela clandestina en el bar. Dueño de una memoria increíble... era capaz de recitar de memoria cualquier delantera que se le pidiera.
Don Julio Moro, fundador de una de las empresas fúnebres más importante, allá en el barrio de Sayago.
Y por supuesto, Tití... el viejo Scasso. Dueño del bar y del edificio donde vivíamos, tenía además viñedos y bodega en la zona de Pando, chacras, quintas y varios puestos de frutas y verduras en el Mercado Agrícola. Nunca pudo tener hijos, por lo que todo era para mis padres, mi hermana Pinky y para mí... Ir a la juguetería de Juancito y cerrarla media hora para nosotros solos! Un personaje el Tití... de noche antes de dormirme, pasaba por mi cuarto y mientras me rascaba la espalda me cantaba bajito un tango... "Paseo Colón... donde van los que tienen perdida la fe y el corazón...".

Y allí, entre todos esos veteranos... yo. Sentadito con mi cortado y mi media luna. Escuchando y aprendiendo...
Carlos Solé estuvo aquella tarde histórica en Maracaná. Su relato de aquel partido forma parte del Patrimonio Histórico Nacional. Contaba Solé que jamás vivió una experiencia igual. El silencio de aquellas 200.000 personas que colmaban Maracaná lastimaba. Ni él ni los jugadores tenían idea de lo que habían logrado. Solo al regresar a Montevideo y al ver el recibimiento popular entendieron aquella hazaña.
Brasil con solo empatar, era Campeao do Mundo... Venía goleando a todos sus rivales y nosotros apenas empatábamos o ganábamos por un gol.
Antes del partido, un dirigente de la delegación uruguaya ofreció una arenga al plantel: “Muchachos... solo les pido que no nos comamos 6 goles”. Ahí fue cuando Obdulio Varela, “El Negro Jefe” lo echó del vestuario y largó aquella frase que hoy es un grito de guerra... “Los de afuera son de palo...”.
El primer tiempo, Uruguay no pasaba la mitad de la cancha. Maracaná rugía y nos estaban matando a pelotazos. Termina el primer tiempo 0 a 0.
Ellos ya eran campeones... para colmo, a los pocos minutos de comenzar el segundo tiempo ocurre lo que todos suponían. Gol de Brasil... Se escapa Friaca y la pone junto al palo. Brazil Brazil Brazil... tuturututuru... O mais grande... O melhor do Mundo... 200.000 brasileros sambando en las tribunas... Se venía lo peor...

Pero comienza la leyenda...
Obdulio Varela evita que sus compañeros reanuden enseguida el partido. Toma la pelota y se la coloca bajo el brazo. Va hacia el lateral y le dice a Rodríguez Andrade, el marcador que no pudo parar a Friaca en el gol brasilero... “Pah... que vergüenza Víctor... que van a decir allá en tu barrio (Palermo, barrio de guapos y compadritos, cuna del candombe) cuando se enteren que se te fue el japonés ese y ni siquiera le tiraste una patada...” Cuando reanudaron, Friaca quiso encarar nuevamente a Rodríguez Andrade. El Negro Víctor le metió una patada en los tobillos... Mientras Friaca se retorcía de dolor, El Negro Jefe se le arrimó y mientras le acariciaba la cabeza le decía al brasilero: "Vio lo que pasa por jugar de puntero? Váyase de acá que este muchacho lo va a matar". Demás está decir que Friaca no la tocó más en todo el partido...

Mientras, Obdulio le hablaba al árbitro... un inglés llamado Reader que no entendía una palabra de español y para colmo, Obdulio le hablaba en lunfardo... “Sr. Juez, me parece que tiene que hablar con el línea, mire que para mí fue orsai...” El tal Mr. Reader no entendía nada... Obdulio siempre con la pelota bajo el brazo, lo hizo cruzar toda la cancha para que el juez hablara con el línea. Éste, un escocés... tampoco le entendía nada a los reclamos de Obdulio. De a poco, la tribuna comenzó a callar. Pasaron varios minutos con el juego detenido. El Negro Jefe había logrado su cometido.

Cuenta Osvaldo Soriano en su libro “De artistas, locos y criminales”:
“...Entonces, todo Río de Janeiro fue una explosión de júbilo; los petardos y las luces de colores se encendieron de una sola vez. Obdulio, un morocho tallado sobre piedra, fue hacia su arco vencido, levantó la pelota en silencio y la guardó entre el brazo derecho y el cuerpo. Los brasileños ardían de júbilo y pedían más goles. Ese modesto equipo uruguayo, aunque temible, era una buena presa para festejar un título mundial. Tal vez el único que supo comprender el dramatismo de ese instante, de computarlo fríamente, fue el gran Obdulio, capitán--y mucho más--de ese equipo joven que empezaba a desesperarse. Y clavó sus ojos pardos, negros, blancos, brillantes, contra tanta luz, e irguió su torso cuadrado, y caminó apenas moviendo los pies, desafiante, sin una palabra para nadie y el mundo tuvo que esperarlo tres minutos para que llegara al medio de la cancha y espetara al juez diez palabras en incomprensible castellano. No tuvo oído para los brasileños que lo insultaban porque comprendían su maniobra genial: Obdulio enfriaba los ánimos, ponía distancia entre el gol y la reanudación para que, desde entonces, el partido--y el rival--, fueran otros. Hubo un intérprete, una estirada charla--algo tediosa-- entre el juez y el morocho. El estadio estaba en silencio. Brasil ganaba uno a cero, pero por primera vez los jóvenes uruguayos comprendieron que el adversario era vulnerable. Cuando movieron la pelota, los orientales sabían que el gigante tenía miedo. Fue un aluvión. Los uruguayos atropellaban sin respetar a un rival superior pero desconcertado. Obdulio empujaba desde el medio de la cancha a los gritos, ordenando a sus compañeros. Parecía que la pelota era de él, y cuando no la tenía, era porque la había prestado por un rato a sus compañeros para que se entretuvieran. Llegó el empate. Los brasileños sintieron que estaban perdidos. El griterío de la tribuna no bastaba para dar agilidad a sus músculos, claridad a sus ideas. Las casacas celestes estaban en todas partes y les importaba un bledo del gigante. Faltaban nueve minutos para terminar cuando Uruguay marcó el tanto de la victoria. El mundo no podía creer que el coloso muriera en su propia casa, despojado de gloria.”

Ganamos 2 a 1, con goles del Pepe Schiaffino y Alcides Edgardo Ghiggia. Justamente cuenta Ghiggia que “solo el Papa, Franck Sinatra y yo, hicimos callar a Maracaná”.
Ese día hubo cientos de suicidios en Brasil. Cuentan que a la salida del estadio, el pueblo brasilero aplaudía al ómnibus de la delegación celeste. El plantel se fue a festejar a un restaurante de la playa de Copacabana. Pero faltaba uno... Obdulio Varela prefirió ir solo. Estuvo toda la noche recorriendo bares y tomando “cachaza”. Cuentan también, que al levantar la copa “Jules Rimet” vio como de las tribunas bajaba el llanto de todo un pueblo. Por eso prefirió mezclarse con ellos. Pensó que no lo iban a reconocer... No solo lo reconocieron, sino que no dejaron que pagara una sola copa en toda la noche. Cuando volvió al hotel, con el día ya amanecido, sus compañeros hacía horas ya que estaban durmiendo...

Vivimos de recuerdos... es cierto. Pero para recordar, primero tuvo que suceder... Cuántos países pueden recordar una gesta igual a la vivida aquella tarde de julio en Maracaná, cuando once leones silenciaron a 200.000? Cuántos? Por eso duele tanto ver ahora a ésta selección uruguaya. Es cierto que Brasil hace 8 años que no nos gana, pero a fuerza de penales... nos tienen de hijos. Pobre Robinho si en vez de marcarlo Lugano, lo hubiera marcado Rodríguez Andrade o el propio Obdulio...

Para el final, contaba también don Carlos Solé... al regresar la delegación, la Asociación Uruguaya de Fútbol le otorgó 250 dólares a cada jugador además de un bonito reloj de plata. Ah... los relojes para los dirigentes... aquellos mismos que pedían no perder por más de 6 goles, para esos... los relojes fueron de oro.

Gol de Ghiggia en la voz de Don Carlos Solé (mp3)

Último minuto de la final del '50 relatado por Don Carlos Solé (mp3)


De pie: Obdulio Jacinto Varela, Juan López (D.T.), Eusebio Tejera, el "Mono" Gambetta, Matías Gonzáles, Roque Máspoli y Víctor Rodríguez Andrade.
Agachados: Alcides Ghiggia, Julio Pérez, el "Cotorra" Míguez, Schiaffino y el "Tiza" Morán.

lunes, 16 de julio de 2007

Caminar preguntando...


Les pido ayuda… pero esta vez… no es para pedirles dinero!
Hace un tiempo ya que vengo haciéndome algunas preguntas…

Cuándo alguien deja un comentario, espera que el autor del blog le responda?

Y si no nos responde... nos sentimos defraudados?

Está bien responder a todos los comentarios?

A ustedes, qué les parece?

miércoles, 11 de julio de 2007

Jorge Castro Flórez ( el Gallego Castro) - Escultor

"El espíritu de la forma está en el vacío."
(Jorge Castro Flórez – Escultor)

“Che Gato, el lunes voy por Denia”... me dijo Jorge al otro lado del teléfono.
Con el para nosotros “Gallego” Jorge Castro, nos conocemos desde hace poco tiempo.
Fue a través de aquel primer mail que me envió... El Gallego había estado leyendo El Gato y parece que no entendía mucho de que se trataba. En realidad no sabía si lo escribía una persona o si era un proyecto colectivo. En aquel primer mail, (el cual imprimí y lo tengo aún sobre la mesa del ordenador) el Gallego me decía que buscando algo sobre su amigo Mauricio Rosencoff había caído en El Gato Utópico. Me contó también algo su vida, que es escultor y poca cosa más. Pero lo que más me movió fue aquella frase “...nos perdemos por el mundo y nos volvemos a encontrar”...
Como el Gallego vive relativamente cerca, a los pocos días se vino por unas horas de visita a Denia. Nos juntamos con Roberto Calvo, pintor, bohemio y buen amigo. Conversamos sobre los bailes de la vida, de nuestras idas y venidas, de paredes y muros y de proyectos y sueños.
Me pareció estar hablando con un viejo amigo... El Gallego había pasado con todo éxito ese maldito filtro que me viene acompañando desde hace algún tiempo ya. Fue así que nos despedimos con la alegría de habernos encontrado. Quedamos para otra oportunidad.
Hace tres fines de semana atrás, tuvimos un festival de murga y canto popular en Denia. Vinieron José Carbajal “El Sabalero” y Araca la Cana, pero eso será motivo de otro post.
Llamé entonces al Gallego y allá se vino. Entonces, la charla fue mucho más profunda...
El Gallego me contó parte de su historia...
Nació en Cataluña a fines de la Guerra Civil en un hogar Republicano. La misma historia de cientos de miles de españoles... cruzar los Pirineos escapando de la bestia parda franquista. En Francia los esperaban para meterlos en campos de concentración. Ahí paso su niñez el Gallego, junto a su madre. Los campos de concentración estaban divididos por sexo. Así que el Gallego no pudo ver a su padre durante toda esa etapa.
Pasados algunos años la familia se pudo reunificar.
Su padre había escuchado hablar de una tierra lejana donde se respiraban valores democráticos, republicanos y de libertad.
Se llamaba Uruguay.
Y allá se fueron, al sur del sur...

Por esa época seguían llegando inmigrantes de todas partes...
Españoles, italianos, portugueses, rusos, libaneses, judíos...
En el puerto, apenas desembarcados, un oficial de policía les expedía los papeles que les habilitaba inmediatamente a residir y trabajar en tierra uruguaya... cuesta creer lo que sucede hoy en la vieja España con aquellos que siguiendo la huella dejada por sus abuelos, pretenden vivir dignamente... Pero la historia tiene demasiados ejemplos... algún día, los europeos van a tener que desembarcar nuevamente allá en el sur y aquel funcionario... ese, el que les otorgaba generosamente sus documentos uruguayos, ya no va a estar...

Fue en sus años de adolescencia cuando el Gallego se enamoró del arte. Alternaba su trabajo de cobrador con su pasión por la escultura. También fue por aquellos años cuando conoció a Mauricio Rosencoff, quien junto al Bebe Sendic, Mujica, Marenales y otros compañeros más, habían fundado el MLN Tupamaros.

A fines de los años sesenta, el Gallego se tuvo que ir...
La puta che... otra vez a hacer la maleta.
La crisis económica venía golpeando no solamente los bolsillos de los uruguayos, también golpeaba la puerta de los cuarteles...

A Canadá se fue el Gallego che... y se llevó a una uruguaya con él. Y esa uruguaya no fue solo su pareja, fue también su gran amor.
En Canadá el Gallego ya vivía de la escultura, aunque también tuvo que ejercer del oficio de inmigrante. Durante la dictadura, el Gallego junto a un grupo de uruguayos exiliados en Canadá, hicieron campañas de denuncia contra la dictadura fascista que asolaba al Uruguay. Actos políticos, espectáculos artísticos, venta de obras de arte... cualquier cosa que ayudara al paisito. El Gallego, catalán de nacimiento, asturiano de orígen... pero con el corazón mirando al sur.



Es a mediadios de los ’80 cuando él y su esposa deciden venirse a vivir a España.
La vuelta a sus raíces, la tiza que dibuja en el suelo el fin del círculo. Pero como me contaba el Gallego en un “uruguayismo” impecable, ya no sabe de dónde carajo es... Si es catalán, uruguayo, canadiense o que carajo.
Los que hace ya algunos años que salimos de nuestros países, sabemos bien cuanta razón tiene Mario Benedetti cuando dice algo así como... “Patria, es esa certeza de poder decir Nosotros”.

Y entonces, resulta que el Gallego resultó ser flor de escultor. Expuso en Canadá, Francia, Inglaterra, Alemania, Holanda, Austria y obviamente España. Se afincó en la provincia de Alicante, más precisamente en un pueblo llamado Agost.

Tengo ante mí, un artículo escrito por Mario Antolín Paz, Presidente de la Asociación Madrileña de Críticos de Arte sobre el Gallego y sus esculturas: “Existe un importante grupo de artistas que luchan por darle forma y presencia a la vida, trasladando al bronce la angustia y la alegría de vivir, dentro de un expresionismo figurativo pleno de fuerza y de belleza. A este grupo pertenece Jorge Castro Florez, excelente escultor español, formado en América, cuya obra, hasta en las piezas de menor tamaño, posee un personal carácter de monumentalidad.

Pero que querés que te diga Gallego... yo me quedo con el final de esta nota, que dice así:

“... Jorge Castro Florez es un artista comprometido con su tiempo, al que le hiere la injusticia social, la desesperanza y el fracaso del hombre. Un artista que entremezcla en su obra un desgarrado grito de protesta y un susurrante poema de amor.”

Su monumental obra y quizás también la más emblemática, llamada “Asentamiento”, está emplazada en el Paseo de las Estrellas en Alfás del Pi, frente al Mediterráneo.


Hoy a las 5 de la tarde es la hora, Gallego.
Esta vez serán ellos, los cirujanos, quienes tratarán de hacer su mejor escultura.
Esta vez serás vos, el que tenga que poner el material para moldear.
Y será entonces ésta tu mejor escultura.
Que suelten el toro, Gallego querido... que lo suelten.
Porque estamos seguros que lo vamos a coger... coger a la española pero también a la uruguaya.
Que lo vamos a coger, de eso no tengas la menor duda.
Acá te estamos esperando, así que no jodas Gallego... que te estamos esperando.

(Manuel Capella, más conocido como el Gallego Capella. Nacido en Salamanca, emigró a Uruguay primero, luego se tuvo que exiliar cuando el golpe de estado. Actualmente vive en Montevideo. Una historia muy similar a la del Gallego).



Sitio web personal del escultor Jorge Castro Flórez:

http://es.geocities.com/artjcastro/index.html

viernes, 6 de julio de 2007

Marosa Di Giorgio (II)... y los pájaros perdidos.

Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado.
Se alimenta de muchas especies y de sólo una.
La busca en la noche, la encuentra, y se la bebe, gota a gota, rubí por rubí.
Mi alma tiene miedo y tiene audacia.
Es una muñeca grande, con rizos, vestido celeste.
Un picaflor le trabaja el sexo.
Ella brama y llora.
Y el pájaro no se detiene.
(De “La Flor de Lis”)

Cierta vez, alguien a quien admiro profundamente por su escritura me decía que yo era muy “fémino” para escribir y agregaba además que quizás, haya sido eso lo que le llamaba la atención y le atraía de mis cuentos arrabaleros. Al comienzo me enojé. Luego me sorprendí... Después, a medida que ella argumentaba su idea, lo fui entendiendo. Fue entonces que me vi... me fui reconociendo en la forma de expresar sentimientos, olores, sonidos y colores a través de las palabras. Y a qué viene todo esto? No lo sé exactamente, pero cada vez que leo a Marosa Di Giorgio me acuerdo de aquella persona. Escritora también, cordobesa ella. En esta semana recibí dos comentarios en un viejo post que escribí sobre Marosa hace casi un año atrás. Es la magia de esta querida bruja, es ella... la que regresa una y otra vez. No importa donde me encuentre... puede ser en Montevideo, Atlanta o Denia, pero ella siempre viene a mí. Lo hace mientras duermo... entre sueños, es cuando ella aparece volando con su vestido verde y nos vamos tomados de la mano a caminar por las vereditas de algún naufragio.

(A la voz de Marosa le puse de fondo al querido Astor Piazzolla y José Angel Trelles cantando “Los pájaros perdidos”... nunca nada más apropiado...)

Voz de Marosa, música del Astor y canta José Angel Trelles.

powered by ODEO

Elena, cordobesa ella también... fue una de las personas que dejaron un comentario sobre Marosa. Justamente ayer, escribía Elena en su blog “Che Madame” esta poesía:

A Marosa Di Giorgio

“yo cavé en tu tumba,
Marosa,
yo cavé y vi lo que vi
con las dos manos mías,
con las dos manos mías que me ardieron,
Marosa,
con el ardor y la fiebre de una perra,
cavé y vi,
que tu cuerpo abierto estaba lleno de ojos,
que tu corazón moderado no estaba seco
que de tu corazón brotaban animales,
marosa, la muerta,
yo vi,
que en el humo de tu aliento
que en la niebla espesa de tu boca
hervían criaturas sedosas,
en cinamomo,
en laurel,
en tomillo,
y vi, Marosa, la muerta,
que en tu vientre,
tal como en la cintura de dios
cabalgaba el intrépido ángel
de la locura
yo abrí la tumba,
Marosa,
y vi lo que vi:
los huesos brotados de orquídeas,
la sangre oscura de la muerte
caminando el cuerpo rosa y mustio,
como un río de hormigas
tu cuerpo, Marosa,
los bordes acuosos de las alimañas,
las sementeras enredadas de tu pelo,
y en tu frente, Marosa,
la cruz alta y pronunciada,
incomprensible,
que se les echa a los muertos.”

Elene Anníbali (Córdoba – Argentina)

PD.: Lo bueno no es solo saber que allá afuera hay gente que siente.
También es bueno mirarnos a los ojos y reconocernos, saber que existimos y sentirnos inmensamente cercanos.
Eso... es mejor aún...