viernes, 15 de febrero de 2013

Cuatro vidas.


"La vida es un caos entre dos silencios". Samuel Beckett
"Le tengo rabia al silencio, que no se quede callado quien quiera vivir." Atahualpa Yupanki
"Las únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio." Juan C. Onetti

La sangre que brotaba desde quien sabe dónde llenándome la boca.
-Ya está, nene- pensé.
Un aluvión de imágenes delante mío sin parar.
Los ojos de mis hijos, sus miradas sin pestañear y de frente.
Los reconocí entre millones de ojos que lloraban.
El viaje en la ambulancia hasta el hospital y yo repitiéndome una y otra vez:
-Ya está, nene... fue lindo mientras duró.-
El primer diagnóstico confirmaba lo temido... cáncer de pulmón o en el mejor de los casos, efisema pulmonar, que no es lo mismo pero lo es.
Derrumbarse era una opción.
Atrincherarme, putear a toda persona vestida de blanco, gritar... me resultaba más atractivo.
Si de he morir, que sea puteando a la muerte, pensé.
Porque a la muerte me la cojo, pensé.
Porque si me muero que sea puteando, pensé.
Y las horas pasaron, cambiando día por noche y ya se sabe lo que puede llegar a ser una noche de hospital. Como antes, como otras tantas veces, allí todo era blanco.
Hasta la muerte.
Y en aquella madrugada, ella... la más hermosa de todas mis diosas y sentada a mi lado, comenzó a pasar un paño sobre el caño, cargó una a una cada bala, hizo girar el tambor, me apuntó al medio del pecho y disparó:
-Y sí... el cigarro es como teatro... una filosofía de vida.- y se quedó tan callada.
Y yo, que siempre pensé que la amaba, ahora la amaba más y para siempre.
Y al amanecer todo cambió.
Lo que ayer era cáncer hoy era una simple congestión.
Lo que antes fue efisema hoy era hemoptisis.
El antibiótico hizo su trabajo y de pronto me vi sonriendo, parado en la esquina de Avenida Italia y Presidente Berro esperando el ómnibus que me traería de regreso a casa.
El sol ardiente del verano montevideano quemando el asfalto y todo me parecía hermoso.
-Herido estoy, de una pena loca que no me curo...- canta el Jaime mientras a través del ventanal del comedor veo un cielo estrellado como solo el sur te puede regalar.
Y ella está sentada en el sofá, frente a mí y mirando la pantallá de su portatil.
El vaso a mi lado que pide ser llenado nuevamente de whisky.
El cigarro humeando sobre el cenicero.
Y que otra cosa que esto es la vida?
Acaso alguien puede decir qué está bien y qué está mal? Y qué saben ellos?

Está decidido.
En pocos días más o menos, regresaré a España.
Desde que llegué a Montevideo no desarmé la maleta.
Y todo lo que cabe en mi vida, también cabe en esa misma maleta.

Lo otro, me lo llevo puesto.
Un coro de murga, los blancos de un Torres García, las roncaderas que se resistían a morir sobre el muelle, el sonido de Playa Malvín de una tarde de verano, los olores de Montevideo, una canción de Jaime Roos, una milonga de Zitarrosa, los malvones plantados en viejas latas de aceite por mi abuela Elvira, el olor a albahaca de la cocina de Mamama, la juguetería de Juancito, el Bar Capitol, las noches de tablado, una grappa con limón y una muzzarella en el boliche de José, las canciones que le cantaba a mis hijos para que se durmieran, las cartas que nunca me llegaron y también las que nunca envié, el libro que jamás publicaré, los talleres de murga que no fueron, los abrazos y las traiciones, la lucha contra la dictadura y la lucha contra la democracia, mi Lenin, mi Ché y mi Rodney Arismendi, las baldosas flojas de la calle Soriano, el ruido del agua saliendo de los regadores en noches de Solymar, los amarillos de Atlanta, los violetas del Mediterráneo, los azules y blancos de Dénia, el sol incrustándose mientras atardece en los muros de la Alahambra, el sol de Madrid, un poema de Gelman, otro de Ángel González, un vaso llenito de whisky servido por Dany o Julián en la barra del Libertad 8, el canto de los pájaros en la corrala de Lavapiés, una noche cualquiera en la plaza de Chueca, una canción de Silvio, otro whisky pero ésta vez servido por Luisito Speranza en el Michigan, otro whisky pero esta vez compartido con Gabriel en la peluquería, el abrazo del Watto, las noches en el Teatro de Verano junto al Chumbito, el abrazo con el Gallego Iglesias en el ensayo de Diablos Verdes, otro abrazo con el Pistola Marciscano en un ensayo de Reina de la Teja, una presentación de Contrafarsa y una despedida cualquiera escrita por el Flaco Castro y cantada por Falta y Resto, Tania muriendo en mis brazos y convirtiéndose en un caballo blanco, una tarde de pesca con Renzo en el muelle de Malvín, una corrida por la punta con gambeta y pelota al ángulo en la canchita del Relámpago, el puntero izquierdo que no fui, una Stella Artois en el boliche de Serrano y Córdoba compartida con Daniel Castelao, un minuto de Sansueña por Radio da Caterva, otro minuto de Las Crónicas del Gato, un canción del viejo Dylan, un punteo del viejo Knopfler, un tango cualquiera del Astor y el Polaco, por los chiquitos que vienen por los chiquitos que faltan uruguayos nunca más, el flamenco jerezano de Moraíto Chico, el flamenco granadino del maestro Morente, el Gernika de Picasso, el abrazo con el padre Perico Pérez Aguirre, la espera en la carretera y el abrazo con los compañeros que salían del Penal de Libertad, la ética del bueno de Antonio Machado, aquel Rúben Yáñez como Artigas sobre las tablas del Teatro El Galpón, cualquier charla grappa con limón por medio con el maestro Atahualpa Del Chioppo, una balada para una mujer flaca de Darnauchans, la casa de al lado de Fernando Cabrera, una canción de Leonard Cohen y el Canto General de Pablo Neruda, un gol de Spencer y la chilena de Manicera, un poema cantado de Vinicuis de Moraes, una noche en Casa do Suco allá en Florianópolis con mi amigo el Negro Joao cantando Lembrança do Indio, la casa naranja de Conchi, un vino compartido con Gaby charlando de psicología mientras se cocinaba una bolognesa, las mañanas de domingo donde éramos capaces de armar una fiesta en la cocina mientras hervía la pasta, cualquier minuto elegido al azar con todas mis mujeres, mis mujeres, las que me amaron y las que no, las que amé y las que no, aquella noche en el 4 y 10 metido entre tus piernas,
el nacimiento de mi hijo, el nacimiento de mi hija, la sonrisa de mis hijos, los ojos de mis hijos.

Todo, absolutamente todo está guardado en mi memoria.
Y entonces me pregunto... acaso alguien podría decirme qué es lo que está bien y qué es lo que está mal?
Si no saco mal las cuentas ya gasté 4 vidas.
Aún quedan por venir días con nevadas y noches con sol.
Aún quedan vasos y ceniceros por vaciar.
Que nada, absolutamente nada pase sin que vibremos, sin que nos haga sentir.
Suerte de seguir emocionándonos cada vez que muere una estrella.
Pero más aún, con la certeza de que aún queda camino por recorrer.
Con la ética de los locos y de los perdedores, allá vamos.
Que el camino, la noche y las estrellas... nos sean propicios.
Que así sea.
Porque así será.


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10 comentarios:

ARTESANIAS ATLANTICO dijo...

Asi sera Gato ,morirnos de tanto vivir , te esperamos ,para contarnos todos los cuentos,un abrazo Pitingo chico ,Lanzarote se pone lindo en primavera y buen vino sobra.

Luciano dijo...

Bueno, vos siempre me dejás con pocas palabritas.
Que estés bien y que cruces otra vez el largo mar.
Un abrazo.

Rossina dijo...

se vuelve a la madre patria? a su otro lugar en el mundo?
además de adorar el epígrafe onettiano: que nada, absolutamente nada pase sin que vibremos, sin que nos haga sentir.
Suerte de seguir emocionándonos cada vez que muere una estrella.
Pero más aún, con la certeza de que aún queda camino por recorrer.

el gato utópico dijo...

Pitingo: Seguro que sí, seguro que ya nos tomaremos ese vino en Lanzarote o donde haga falta. Gracias primo!!!

Luciano: Lamiéndome las heridas para poder pegar la vuelta. Otra más y van... Gracias Luciano por estar, siempre.

Rossina:
Originalmente decía: "cada vez que nace y muere una estrella"... pero le quité el nace. Vaya usted a saber el motivo. Y sí, ni comienzo ni final, tan solo el camino.
Gracias también a vos, porteña hoy más coloniense que montevideana.

magdalena dijo...


salú por todo eso, por la vida que sea vibrando

a seguirla

el gato utópico dijo...

salú magdalena... salú!
al menos lo intentaremos y será entonces el tiempo de aplicar aquello que dijiste alguna vez:

"trasladas las moléculas que
ya empezaban a
nostalgiar, entre cuentos
de un lugar perdido."

Grupo de Radio dijo...

Como sos Gato eh...hasta en las malas haces poesia.Que ganas da de vivir, de salir a vivirse todo.
Abrazo grande y hasta cada recodo.saulud!
Carlos Bonanno

el gato utópico dijo...

Carlos: Gracias por estar, siempre!

ceci dijo...

Apenas nacemos, ahi nomás, tenemos el cartel de LARGADA, pero, y el de LLEGADA? Una y otra vez entra el Sol, la Luna nos saluda...seguimos andando. De vez en cuando se nos van las fuerzas, lloramos, el pecho se hunde, los brazos se caen. No queda otra que entrar en Emergencia, ponernos una curita y seguir, porque hay que seguir.
Reinventamos el camino tantas veces como sea necesario. Tenemos segundos a punto de explotar de tanta felicidad y otros tan pálidos y oscuros como un cielo sin estrellas.
Y otra vez volverás a partir, no ya buscando el cartel de LLEGADA, sino Lunas y mostradores. Con tu valija, y en ella tu único tesoro, la foto de tus hijos. Te irás en busca de vos mismo, ése que se permite maullarle utopías a la luna. Y andarás por los tejados buscando historias que guardarás en los bolsillos, pateando piedras buscando sonrisas. A quién le importa los carteles que aparezcan en el camino, lo único que debe importarte es que vas andando, una vez más vas andando...

el gato utópico dijo...

ceci: mejor que vos, nadie para saberlo. Y andando vamos. No queda otra.