(Sepan disculpar tanto bajón... es que últimamente la vida no nos está dando tregua alguna. Este 2007 ha sido, al decir de mi amigo Macunaíma, “un año con demasiado olor a pasillo de hospital”. Es cierto, demasiado cierto... Las ausencias del Darno, de mi querido Capo y las que aún no dejan de doler... Lo que sigue está escrito de una... con las puertitas del alma abiertas de par en par...)
Diciembre... hoy con montañas nevadas a lo lejos, ayer... ayer con sonidos de gaviotas y olas en la arena de Playa Honda. Allá justito donde desemboca la calle Mississippi.
A esta altura, Malvín debe ser una explosión de jazmines y jardines recién regados. Los árboles de mi calle, Missourí, en esta época están tan altos... que hasta pueden abrazarse de una acera a la otra. Tantos años pasaron de aquel Judas que nunca me animé a quemar... de los helados al caer la tarde, de las muzzarellas y pizzas a caballo junto a mis viejos, Pinky, Cecilia, Marta, el Gordo, Alejandro y Graziella en aquellas noches de calor, rambla y estrellas. Y al llegar las fiestas, la “Frugonada” (así nos reconocíamos entre los Frugoni) se juntaba esperando la Navidad. Con 40º éramos capaces de devorar turrones, dátiles, nueces, panettones y por supuesto el infaltable cordero a las brasas hecho por Papún, el viejo Frugoni. Mientras, Mamama daba los últimos toques a la mesa navideña. Y así fuimos creciendo, entre brindis con el espumante “Ponte Vecchio” de la bodega de mis bisabuelos y el abrazo apretado de las 12 de la noche... el beso de los viejos y de los seres queridos.
Luego, el ciclo de la vida continuó incesante. Cuando comenzaron a faltar los mayores, empezaron a asomar nuestros hijos. Y ellos ocuparon nuestro lugar. Las caritas de Camilo y Tamara al abrir los regalos en Nochebuena, el beso de las 12 con mi compañera de todas las horas, el abrazo con mis hermanas y mis padres...
De pronto, diciembre se volvió duro... Mi primera navidad fuera del país... recuerdo exactamente cada hora de aquel 24 de diciembre del 2001 en Atlanta... Con Marcelo, nos habíamos propuesto mantener el ritual navideño.... Allá fuimos a comprar un trozo de cordero. Sustituímos la leña por carbón y aquellos enormes parrilleros uruguayos por una barbacoa... Mientras intentábamos encender el carbón, a eso de las 6 de la tarde, el cielo se puso gris... muy gris. El silencio lo inundó todo. De pronto cayó el primer copo de nieve y luego otro y otro más... Y allí estábamos los dos... tapamos la barbacoa con un pedazo de chapa y entre vino y vino logramos hacer el cordero. Los pocos gringos que pasaban nos miraban como a dos locos... Esa noche esperamos la navidad escuchando a Jaime, Rada, murga y candombe, esperando a las 12 en punto para llamar a Uruguay... Confieso que al cortar, uno se quedaba con el estómago apretado... pero había que seguir por los nenes... así que meta “Oíd... oíd... oíd... rompió la lira su mutismo triste y a su son... van... van... van... mariposillas portadoras de ilusiooooon”.
Diciembre... hoy diciembre es tan distinto... Solo queda el beso y el abrazo con Adriana, Camilo y Tamara y allá a la distancia con lo poco que va quedando de familia. Justamente en diciembre, hace 10 años, murió mamá. Hace un año atrás, Angélica voló desde Denia a las aguas del Río de la Plata. Un año antes, lo hacía también mi cuñado Fernando...
Y un día como hoy, el 21 de diciembre del 2003, mi padre, el querido viejo Tuya, “Totolo”... nos hizo chau con la manito y se fue a buscar a mamá.
Esto que sigue, lo escribí al otro día de su muerte...
Diciembre... hoy con montañas nevadas a lo lejos, ayer... ayer con sonidos de gaviotas y olas en la arena de Playa Honda. Allá justito donde desemboca la calle Mississippi.
A esta altura, Malvín debe ser una explosión de jazmines y jardines recién regados. Los árboles de mi calle, Missourí, en esta época están tan altos... que hasta pueden abrazarse de una acera a la otra. Tantos años pasaron de aquel Judas que nunca me animé a quemar... de los helados al caer la tarde, de las muzzarellas y pizzas a caballo junto a mis viejos, Pinky, Cecilia, Marta, el Gordo, Alejandro y Graziella en aquellas noches de calor, rambla y estrellas. Y al llegar las fiestas, la “Frugonada” (así nos reconocíamos entre los Frugoni) se juntaba esperando la Navidad. Con 40º éramos capaces de devorar turrones, dátiles, nueces, panettones y por supuesto el infaltable cordero a las brasas hecho por Papún, el viejo Frugoni. Mientras, Mamama daba los últimos toques a la mesa navideña. Y así fuimos creciendo, entre brindis con el espumante “Ponte Vecchio” de la bodega de mis bisabuelos y el abrazo apretado de las 12 de la noche... el beso de los viejos y de los seres queridos.
Luego, el ciclo de la vida continuó incesante. Cuando comenzaron a faltar los mayores, empezaron a asomar nuestros hijos. Y ellos ocuparon nuestro lugar. Las caritas de Camilo y Tamara al abrir los regalos en Nochebuena, el beso de las 12 con mi compañera de todas las horas, el abrazo con mis hermanas y mis padres...
De pronto, diciembre se volvió duro... Mi primera navidad fuera del país... recuerdo exactamente cada hora de aquel 24 de diciembre del 2001 en Atlanta... Con Marcelo, nos habíamos propuesto mantener el ritual navideño.... Allá fuimos a comprar un trozo de cordero. Sustituímos la leña por carbón y aquellos enormes parrilleros uruguayos por una barbacoa... Mientras intentábamos encender el carbón, a eso de las 6 de la tarde, el cielo se puso gris... muy gris. El silencio lo inundó todo. De pronto cayó el primer copo de nieve y luego otro y otro más... Y allí estábamos los dos... tapamos la barbacoa con un pedazo de chapa y entre vino y vino logramos hacer el cordero. Los pocos gringos que pasaban nos miraban como a dos locos... Esa noche esperamos la navidad escuchando a Jaime, Rada, murga y candombe, esperando a las 12 en punto para llamar a Uruguay... Confieso que al cortar, uno se quedaba con el estómago apretado... pero había que seguir por los nenes... así que meta “Oíd... oíd... oíd... rompió la lira su mutismo triste y a su son... van... van... van... mariposillas portadoras de ilusiooooon”.
Diciembre... hoy diciembre es tan distinto... Solo queda el beso y el abrazo con Adriana, Camilo y Tamara y allá a la distancia con lo poco que va quedando de familia. Justamente en diciembre, hace 10 años, murió mamá. Hace un año atrás, Angélica voló desde Denia a las aguas del Río de la Plata. Un año antes, lo hacía también mi cuñado Fernando...
Y un día como hoy, el 21 de diciembre del 2003, mi padre, el querido viejo Tuya, “Totolo”... nos hizo chau con la manito y se fue a buscar a mamá.
Esto que sigue, lo escribí al otro día de su muerte...
Otra despedida que no pudo ser...
Ayer, a los 71 años se murió mi viejo. Cómo puede sentirse alguien a quien se le muere un ser querido y está lejos...muy lejos? Sentimientos mezclados de rabia, dolor, impotencia, lejanía, pero también de alivio por saber que él ya no sufrirá más.
A quien culpar por todo esto? Al gobierno uruguayo de turno que sigue expulsando a su gente o al del país en donde estamos por no poder salir como si esto fuera una enorme cárcel? O quizás culparse uno mismo por tener que optar entre enterrar al ser querido o mantenerse junto a su familia?
Hoy, pido culpables. Que alguien me ayude a encontrarlos.
No pude dormir en toda la noche, pensaba en la eterna sonrisa de mi padre pero también en la manija del cajón que yo debía llevar...y estaba vacía. Desearía tanto poder creer en algo... pensar que mi viejo está volando quien sabe adonde y se une a mamá...
Se amaron tanto...
Hoy, en la mañana finalmente lo enterraron allá en el lejano Uruguay...en ese momento, acá en España empezaba el invierno, pero un sol enorme y dorado se levantaba sobre Denia, entibiándome el alma. Definitivamente me quedo con el recuerdo de mi viejo, el de la risa escandalosa, como decía Zitarrosa: “... generoso para envidar y para echar el resto”. Que así sea.
Gabriel
Denia, 22 de diciembre de 2003
Diciembre... todo está tan fresco... habrá que seguir aprendiendo a crecer.
Mientras tanto, allá vamos... a marcha camión...
Por aquello del amor, no?
Amor profundo – Jaime Roos
Hoy, en la mañana finalmente lo enterraron allá en el lejano Uruguay...en ese momento, acá en España empezaba el invierno, pero un sol enorme y dorado se levantaba sobre Denia, entibiándome el alma. Definitivamente me quedo con el recuerdo de mi viejo, el de la risa escandalosa, como decía Zitarrosa: “... generoso para envidar y para echar el resto”. Que así sea.
Gabriel
Denia, 22 de diciembre de 2003
Diciembre... todo está tan fresco... habrá que seguir aprendiendo a crecer.
Mientras tanto, allá vamos... a marcha camión...
Por aquello del amor, no?
Amor profundo – Jaime Roos
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4 comentarios:
Mi querido amigo gatuno: se me piantó un lagrimón leyendo tu texto de hoy. Cuánta cosa tiene diciembre, ¿no?
Déjame decirte que me emocioné viendo que tu calle es Missouri. Recién el pasado domingo yo pasé por ahí... Y sí, Malvín está lindo. Lindo barrio, linda ciudad. Mi nostalgia, como la tuya, también apunta a Montevideo.
Un beso grande y felices días (a pesar de las tristezas)
Mirá Gato, de poco, pero quiero decirte que mucho cariño nos despertas a quienes leemos y releemos tu blog, y si al leerlo participamos tanto de tu
historia, por qué no nos haces un lugar en la mesa, que allí nos gustaría estar, para con una uruguayísima sonrisa decirles: FELIZ NAVIDAD!!P.D. cuando descubrí este blog me enganché en este camino sin regreso de la confesión, la imaginación y la comunicación. Gracias Gato, te lo debo a vos.
amelie:
Así que anduvo por mi querido y añorado Malvín? Y si... debe estar precioso el barrio. Missourí era mi calle... allá donde comienza Decroly. Un beso grande y los mismos deseos de felicidad para vos y tu familia.
casandra:
Lo del lugar en la mesa... está hecho. Faltaba más. Con respecto a lo otro... ya se lo dije... demasiada responsabilidad. Usted no debe nada más que a usted misma. Feliz navidad, querida casandra.
ARRIBA PIBE
TE ENTIENDO PERFECTAMENTE
A MI ME PASO LO MISMO
MIS VIEJOS(GALLEGOS) SE MURIERON SOLOS(SIN MI) EN URUGUAY Y YO (YORUGUA) ESTOY SOLO ACA EN SPAIN.
EL BAILE ES MALISIMO...PERO HAY QUE BAILAR
UN ABRAZO CHE
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