Te propongo que no haya despedidas. Mi alma no soportaría una sola despedida más. Y yo la entiendo a ella, a mi alma. Los dos estamos hartos de tanta despedida, de tanta partida inútil. La puta che... Será esa mezcla de tristeza y lejanía que sabemos se nos vendrá encima... quizás por eso no queremos más despedidas. Como una llovizna gris que cae por ejemplo sobre una estación de trenes abandonada, una tarde de invierno... ella no sabe de su pena. La llovizna simplemente se deja caer sobre los techos herrumbrados. Así estamos mi alma y yo. Heridos por esa despedida que no queremos... que no aceptamos, que nos lastima. Dejándonos mojar. Mojándonos... Escucho por un instante el silencio. Y descubro que no hay solo silencio en el mismo silencio. Son los silencios del alma. Miro hacia atrás y solo veo a mis fantasmas arrastrando sus pesadas cadenas. Porque al dolor, también uno se termina acostumbrando. Todos estos años, quise ser el invasor de tus playas, desembarcar en ellas y pelear contra tus miedos, tus culpas, pero también buscarte... encontrarte y celebrarte. Darte un trago de lo mejor y lo peor que de mi vida tengo. Como bien decís, juntos vivimos los mejores pero también los peores momentos. Me viste venir desde la costa de tu alma. Te convertiste en un faro iluminando mi horizonte, trataste de mostrarme cómo se hacía para llegar hasta vos... Puse mi barco en dirección a tu puerto. Me hacías señas desde tu playa... pero hoy, justamente hoy...no pude hacerlo. La bravura de tu mar y mis tormentas me impidieron llegar a vos. Luché todo lo que pude... pero con la naturaleza no se juega. Ni vos podés calmar tu oleaje ni yo puedo amainar mis tormentas. Quedé tan cansado, que desde ese día, mi alma y yo necesitamos un puerto donde protegernos.... donde repararnos, donde curarnos... para intentarlo una y otra vez hasta que finalmente pueda llegar otra vez a tu orilla. Tengo tanto miedo! Encuentro todos tus puertos cerrados. No sé cuanto tiempo más pueda navegar sobre tus mares. Para mejor... el pronóstico del tiempo no ayuda nada. Dicen que tus vientos soplarán y soplarán y mis tormentas... parece que se prolongarán por varios días y noches. Cuántas? No lo sé. Otros barcos buscan también tu puerto. Si algún día sucede que uno de ellos logra llegar hasta vos, en ese mismo instante pondré proa a otro destino. No es un reproche, es un juramento. Porque como dice el viejo Pablo... “si poco a poco dejás de quererme, yo también dejaré de quererte poco a poco”. Si de pronto me olvidás, entonces no me busques, porque yo también habré empezado a olvidarte. Pero si desde mi partida, cada día que pase, sentís nuestra ausencia, si con mi recuerdo tu nariz huele a tabaco y humo, a sudor y sábanas mojadas, pensá que en ese mismo instante yo estaré oliendo a jazmines, a jardines recién regados y a noches de verano. Porque tu fuego aún no se me apagó. Voy a conservar esta llamita encendida todo lo que pueda. Pero si me voy, cuando tu recuerdo y tu seguridad me duelan y mucho, en ese instante la tendré que apagar. Y esa noche, en la oscuridad de mi alma, estoy seguro que vendrán mis fantasmas a encenderme otro fuego. Ellos no fallan, siempre están a mi lado. Mis viejos fantasmas. Los buenos, los burlones, los malos, los locos, los suicidas. Entonces, si lo que necesitás es que me vaya, me voy... si lo querés, así lo querré yo. No más de lo mismo, carajo. Hoy sé que quiero volver a enamorarme, pero no de tu hermosura, de tu frescura, de eso... siempre lo estuve. Ya lo intentamos tantas veces, pero no... hoy quiero enamorarme de todo lo malo que hay en vos, de tus tristezas, de tu infancia, de tus ríos internos que no saben de salidas al mar. Porque te quiero entera, es que quiero amarte enteramente. Me voy... un buen capitán debe saber qué hacer en medio de las tormentas, por ejemplo conocer las limitaciones de su propio barco. No quiero más naufragios. Mi tripulación... mis fantasmas, están cansados de flotar a la deriva durante meses y meses. Ellos dicen, porque los escuché, que no soy un buen lobo de mar. Pero esta vez los asumo a todos ellos, los quiero salvar, llevarlos a puerto seguro. No soportaría escucharlos otra vez arrastrar sus cadenas. Porque los quiero libres. Te dije que no quería más despedidas. Me voy y te veo una vez más allí... parada junto al mar, saludándome con un pañuelo azul en la mano. Es una buena señal, siempre me gustó el azul y vos lo sabés. Me gritás quien sabe qué cosa, tus olas son enormes y ya no puedo escucharte. Pongo rumbo mar adentro, izo mis velas, las que alguna vez fueron de colores, hoy son inmensamente grises. Alguien pintó en ellas: Busco puerto. Allá voy. Mi amor, mi cómplice, mi compañera... mi amada inmortal, ayer te quise tanto como pude, hoy quiero amarte tanto como no pueda. Sin despedidas... vos lo sabés... te amo. Hasta siempre.
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