jueves, 13 de diciembre de 2007

Jódase (Tragedia en un solo acto).


(Léase escuchando “Años de soledad” por Astor Piazzolla y Gerry Mulligan)


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«Te esperé a las diez en la ruidosa esquina de siempre. Busqué tu mirada entre miles de rostros que se parecían a vos y no encontré nada...»

-Es cierto, sabés? Uno tiende a adueñarse de aquellas cosas que quiere, a pedir exclusividad. Y no se si está mal, no se si es una sana o mala costrumbre. No se...
Es también cierto que existen infinidad de esquinas, tantas como esperas existan.
Una vez, tuve una pesadilla... fue tremenda.
Soñé que moría a mitad de cuadra.
Imaginate... fue tremendo.
Vos sabés que yo no quiero morir a mitad de cuadra. Prefiero que me peguen tres tiros en cualquier esquina, pero yo... morir a mitad de cuadra y a plena luz del día? Ah no... Tiene que ser de madrugada, en una esquina y bajo un farol... De flores no hablo... para qué? Si yo... ese día, llevaré una rosa bien pero bien roja en la solapa...Lo que no tengo tan claro es eso de la exclusividad. Por mucho que yo quiera, si alguien a quien uno espera en una esquina y perdoname que me detenga en ésto... No hablo de cualquier persona ni de cualquier esquina, entendés? Tampoco hablo de cualquier espera. Hablo de aquella esquina que ambos tenemos en común, de la misma espera compartida, de eso quería hablarte. Cómo puedo yo pensar siquiera en adueñarme de algo o de alguien y además... robarle su tiempo... si yo mismo soy el que pongo barreras, si yo mismo propongo los tiempos, si siempre lo hice... bah, al menos hasta ahora.
Por eso, cuando la realidad supera a todos los sueños que uno tiene, cosa que sucede en este mismo instante de mi vida... cuando esa realidad me tranca los sueños, yo no tengo mejor cosa que ponerme a mendigar en las esquinas. Pero cuando esa misma realidad sea superada por los sueños, que es lo mismo que decir que los sueños se cumplan, quizás ese sea el día en que alguien me descerraje los tres tiros. No tengas dudas... Después ya se lo que vendrá... Piazzolla vendrá caminando lentamente, se sentará junto al cuerpo inerte, sacará su triple A del estuche y empezará a tocar suavemente y una llovizna mansa comenzará a caer hasta mojar completamente aquella esquina... la misma en la que siempre te estaré esperando.”

El quedó en silencio, pensando... disfrutando de aquella, su muerte tan dulce... si hasta podía ver al Astor tocando junto a su propio cuerpo.
Fue entonces cuando ella le dijo: -Negro, es mañana que tenés hora con el cardiólogo, no?-
-Pse... mañana me colocan el holter- murmuró él.
-Te van a reputear... seguís fumando como un murciélago-
-Ta... no empieces...-
Y allá se fueron caminando, tomados del brazo, perdiéndose entre las brumas de Paseo del Saladar a la hora en que como dice Jaime, los faroles garúan su primer aliento...

FIN

3 comentarios:

MARIANA dijo...

Todas las esperas son eternas, pero escuchando a Piazzolla y en la esquina que cada uno tiene en su imaginación, vale la pena.

Dosto dijo...

Y esas operaciones son para pensar en esquinas y muertes!! Pero son más bien como un callejón sin salida, donde podemos dar la vuelta y salir caminado, como estrellarnos contra la pared.
En cuanto a la espera, cada uno tiene a alguien a quien espera, no importa si hay mil personas o tres, importa si esa persona viene a nuestro encuentro...

Anónimo dijo...

Tuve que leer muchas veces esta entrada sobre una muerte dulce para animarme a emitir sonido... y, finalmente, me animo a emitir sonido, sin saber qué decir exactamente... Y lo del holter, no me lo puedo quitar de la cabeza... Tampoco yo quiero morir a mitad de la cuadra... Yo, es más, no quiero morir aún.