domingo, 15 de septiembre de 2024

Sabina, el Libertad 8 y yo...

 Joaquín Sabina era habitué del Libertad 8. Allí tenía su mesa reservada junto a los poetas Ángel González y José Luis Montero. Y yo, que había hecho del Libertad mi segunda casa, coincidí pocas noches con Sabina. Fue Julián, quien en la madrugada y mientras hacía la caja del Libertad, me dijo algo así como: “Sabina, no es el canalla al que a él le gustaría ser…”. Recuerdo bien esa noche… Dany, el camarero más camarero que jamás conocí, había puesto un CD de Darnauchans, mientras levantaban las sillas y lavaba el baño y los suelos. La madrugada bebía a través de sus mostradores sedientos de lágrimas y restos de alcohol. Allí estaba Kavafis y su mirada hacia playas lejanas. La últina tande de vasos en el lavavajillas y comenzaban a irse los últimos clientes, sin saber que dejaban para siempre sus historias en las paredes del bar. A las 3 am se bajaba la cortina metálica del Libertad 8 y dentro del bar quedábamos Juan Matute, el cocinero de un hotel cercano, a veces también Jesús, dueño del bar de al lado, el Tío… un laburante y Compañero y el resto variaba según las ganas de Julián. El Libertad cerraba a las 3 am pero yo llegué a salir con Julián a la calle a las 9 de la mañana, mientras buscábamos donde carajo había aparcado su coche… Y volviendo a aquella frase de Julián sobre Sabina… últimamente el Tío Joaquín se ha despachado con algunas frases contra la izquierda. Al comienzo me enojé… pero me duró poco. Ha sido tanto lo que él nos dio… han sido tantas sus canciones que forman parte de la banda sonora de mi vida, que no pude menos que perdonarlo. Después de todo, yo tampoco soporto la dictadura de Nicaragua de Daniel Ortega, traidor si los hay… dudo de Maduro… un poquito pero dudo. Pero lo de Sabina me jodió… Pero como no perdonarlo… De esto hace años… a través de La Radio del Gato llamé a los oyentes para que votaran en un concurso acerca de la mejor canción de Sabina. Y ganamos… la canción ganadora fue “Peces de ciudad”. Para mí, la mejor canción de Sabina. Y pasó el tiempo y en un concierto de Sabina en Buenos Aires, y esto me lo contó Pancho Varona… Sabina subió él solo para hacer la prueba de sonido haciendo justamente esta canción. Y sin que lo supiera, se fueron sumando sus músicos y esa grabación ya es histórica. Cómo no querer al Tío Joaquín? Yo… que humildemente al igual que Neruda puedo decir “Confieso que he vivido”… que he caminado al igual que Sabina por las calles de Madrid, Granada y Nueva York, que me he despedido en mil aeropuertos, que he prometido mil encuentros que jamás sucedieron… que al igual que Zitarrosa, siempre termino defraudando una espera… pero que hoy estoy aquí, esperando la llegada del amor de mi vida… Claro que te entiendo Joaquín… junto a Silvio, la parte más importante de la banda sonora de mi vida.-



domingo, 25 de agosto de 2024

FAGNER, FLORIANÓPOLIS Y YO...


Allá por 1981, a las 9 de la noche, Brasil se paralizaba. El motivo… a esa hora comenzaba “Piedra sobre piedra”, una telenovela de la Red Globo. Tanto era así que hasta los partidos del Flamengo se movían a las 7 de la tarde. La canción que abría la telenovela era “Piedras que cantan” de un tal Raimundo Fagner, un músico totalmente desconocido para mí. Hasta que caminando una tarde por la calle Rúa Felipe Schmidt, la calle más céntrica de todo Florianópolis, desde las casas de ventas de discos, se escuchaba una canción… “Fanatismo” del mismísimo Raimundo Fagner. Fagner había lanzado su disco “Traducir-se”, el cual se transformó rápidamente en el nro. 1 en ventas. En esa grabación, Fagner compartía canciones junto a Mercedes Sosa, Pablo Milanés, Joan Manuel Serrat y hasta nos regalaba una versión antológica junto a Tomatito de “Verde que te quiero verde”… un poema de Federico García Lorca. Cuando uno piensa en la música brasilera, inevitablemente aparecen la bosa nova o el samba. Pero Brasil es muy grande… es enorme! Fagner viene desde Ceará, de tierras sertanejas donde nunca llueve, de la aridez, la sequía y la pobreza. Y su música, vaya que así lo refleja.

En Casa do Suco, mi segunda casa y en donde no era precisamente zumos o jugos lo que allí servían, vi de pronto un afiche que anunciaba un concierto de Raimundo Fagner en la Universidad de Florianópolis. Y allá nos fuimos con Edi… jamás olvidaré ese concierto. Fue una de esas noches que guardo para siempre en mi cajita azul de la memoria. Una multitud, la mayoría estudiantes, cantando junto a Fagner cada una de las canciones. Hasta que llegó “Fanatismo”… Fagner hizo subir al escenario a su paisano Zé Ramalho, otro cantante del Sertao brasilero. Cuando comenzó a sonar el acordeón, la multitud hizo silencio… uno de esos silencios que significan admiración pero más, mucho más… respeto. Era la música nordestina del Brasil, la muchas veces ninguneada, la que no es for-export… Claro que sí… hoy abro mi cajita azul y dejo volar esta canción. La misma canción que a mis 21 años, vi volar libremente. Ahí están los dos… Fagner y Zé Ramalho, mucho más viejos… pero también nosotros, que tal como decía Neruda… “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos…”

sábado, 8 de junio de 2024

ATILIO DUNCAN PEREZ (MACUNAÍMA)

 


Ayer se cumplieron 4 años de tu partida viejo y querido Macu. Yo no lo sabía pero al abrir Facebook, ví los posteos de amig@s recordándote. Así que me serví un generoso whisky... encendí una velita y tomé "La bufanda del aviador" que vos me regalaste. Macu querido... Hermano Kafarudo... Poeta de la resistencia... Y no era nada fácil... cuando los milicos en plena dictadura querían nombres, vos los enfrentabas con poemas. Recuerdo una noche en dictadura en "Amarcord". Allí nos reunimos para ver tu perfomance junto a otro poeta entrañable... Elder Silva. Los dos con bastones de ciego y con lentes oscuros, desparramando versos que contenían rabia, dolor pero también, esperanza. Recuerdo nuestras charlas a través de skype... yo ya viviendo en España y vos contándome historias de tu hermano Darnauchans. Una vez que pude volver de visita a Uruguay, me entrevistaste en tu programa de radio y allí pude decirle a Vera Sienra lo mucho que la quería... Luego fui yo quien te entrevistó para mi programa de radio y eso hizo que mucha gente se interesara por tu poesía. Gente de México, Argentina, Colombia, España y hasta de Polonia! No me acostumbro a tu ausencia... por eso prefiero recordarte con aquella risa de estruendo cuando cenamos en tu casa de Malvín junto a Silvia, tu compañera de toda la vida y a tus hijos Natalia, Miguel y Eliana. Esa noche en la que tanto vos como yo nos volvimos a hacer bolches ante los delirios que nos decía una anarquista argentina... Vos y tu eterna condición de puente... Por vos conocí al querido Poni Micharvegas, a Yauguru Maca, a Esteban Leivas y a tantos más... Hoy, que gracias a vos, yo tengo tantos hermanos que no los puedo nombrar... En esta noche madrileña vuelvo a llenar mi vaso y leo en voz alta: "Los aviadores/no tienen miedo/de montarse a lomos de las nubes/anque después de rompan la nariz/contra el pavimento/los aviadores/manejadores de pájaros plateados/donde el cielo y la tierra/no son nada o son la misma cosa/esconden las lágrimas/debajo de una bufanda que una muchacha tejió en tierra.// Se te quiere hermano... aquí abajo, hacemos lo que podemos... juntamos nuestros pedacitos y volvemos al camino. Pero siempre... siempre... siempre... te recordamos con una sonrisa. Yo no tengo apuro alguno... pero vos esperame... que tenemos que seguir hablando de muchas cosas. Compañero del alma... Compañero!

sábado, 1 de junio de 2024

La vieja Ford... Johnny Cash y aquellas noches de hospital...

 

(Foto de la vieja Ford – Atlanta 2002)

En Atlanta, estado de Georgia, EEUU,  tuve el trabajo que recuerdo con más cariño. Éramos yo y mi alma. A través de los altavoces de la vieja Ford podía escucharse Jaime Roos, Mark Knopfler o mi querida murga Contrafarsa. Pero una noche no hubo CD... puse la radio y de pronto comenzó a sonar una canción del  viejo Johnny Cash.

A este hombre yo le debo algo… Conocí la música de Johnny Cash en Atlanta a través de una radio country-folk, mientras por la ventanilla de la vieja Ford, repartía el Atlanta Journal en los condados de Suwanee y Flowery Ranch durante las noches. Yo, que en Uruguay había trabajado en varias multinacionales, bañado en Carolina Herrera y siempre de corbata, de pronto encontré en EEUU el mejor  trabajo que tuve en mi vida. Ganaba poco pero cómo disfrutaba! Llegaba al depósito del periódico en Lawrenceville. Mi jefe, el viejo Benson… un racista redneck típico (redneck: Típico votante de Trump... Trabajadores blancos y racistas de los estados del sur de EEUU). Benson había sido marine pero lo habían echado por borracho…  Con el tiempo, supe que el viejo Benson me apreciaba… por ejemplo cuando yo me dormía y no llegaba a la 1 de la madrugada al periódico, me llamaba y me decía: “Vamos Gabriel… despiértate mierda” y cuando yo llegaba al depósito, él ya me tenía todo preparado para salir a repartir el periódico. Incluso hasta llegó a darme un abrazo mientras lagrimeaba cuando le dije que me iba a vivir a España.

Salía del depósito y mi primer parada… la gasolinera BP de la Suwanee Dam Road. Allí, durante las noches trabajaba Gustavo, un colombiano con el que compartíamos soledades, risas y tristezas. Los dos teníamos a la familia lejos… nos mostrábamos fotos de nuestros hijos… hablábamos de fútbol y de la vida. Era la solidaridad y el entendimiento entre dos inmigrantes “sin papeles”…  Gustavo ponía a hornear las donuts de dulce de leche para que a eso de la 1 y media de la madrugada, más o menos la hora en que yo llegaba, las tuviera calentitas. Allí cargaba gasolina, compraba mis Marlboro y me llevaba mis 2 donas calentitas con un buen vaso de café… y a repartir periódicos! Me pregunto qué será de la vida de Gustavo… ojalá haya podido reunirse con su familia. No pude despedirme de él, pero siempre lo recuerdo.

Aquel trabajo me encantaba… a esas horas, nada de tránsito, así que yo enderezaba las curvas con la Ford. Cuanto antes terminaba de repartir todos los periódicos, antes regresaba a casa. A través de los 4 altavoces podía escucharse a Jaime Roos, Sabina, Mark Knopfler… a mi querida murga Contrafarsa o como contaba anteriormente a Johnny Cash a través de la radio. De a poco, el viejo Cash se fue volviendo cada vez más necesario. Había algo en su música que me hacía más fácil relacionarme con aquel entorno. Recuerdo bien aquella noche azul y blanca… el cielo era tan azul… y estaba llenito de estrellas después de una gran nevada. Todo estaba blanco… paré la Ford y me bajé para encender un cigarrillo mientras escuchaba “Turn the page”  y de pronto… apareció una manada de ciervos que se detuvo frente a mí. Fue un instante… el jefe de la manada me miraba fijo mientras las hembras cruzaban la calle. Él, con su enorme cornamenta seguía parado frente a mí. Aquella fue una mirada que me dijo tantas cosas… hasta que siguió su camino entre los pinos junto a su manada. Cada vez que escucho esa canción, se me aparece esa imagen. O al revés… la paz que sentí aquella noche, en aquel momento, pocas veces la volví a sentir. Y luego vino mi familia y al tiempo nos fuimos a España. Más precisamente a Dénia.

Y allí tuve mi primer infarto. Y recuerdo que en el hospital todo era blanco… demasiado blanco. Hasta la muerte era blanca. En la UCI, las luces blancas estaban toda la noche encendidas. De pronto traían a alguien al box de al lado y aquello se llenaba de médicos y enfermeras y al poco rato, descorrían la cortina y en la cama de al lado, ya no había nadie. Y todo volvía a ser blanco.

Pero una noche y estoy seguro que producto de la buena droga que me estaban dando, juro que vi a alguien totalmente vestido de negro, sentado y con las piernas cruzadas apoyadas sobre mi cama. Al otro día, cuando Adriana, la mamá de mis hijos llegó al hospital, le conté que había estado Johnny Cash toda la noche cuidándome. Con su arma gatillada por si la muerte se acercaba mucho a mi cama. Sin duda alguna la droga que me estaban dando era de la buena… pero juro que yo lo ví. Allí estaba él, todo vestido de negro, con su enorme sacón negro y su sombrero también negro. Luego volví a verlo una vez más. Fue cuando estuve en coma casi 2 meses. Yo no ví túnel con luces ni nada parecido. Pero lo que sí me acuerdo de haber visto o mejor dicho, haber estado es un lugar hermoso… en medio de una pradera muy verde, con un cielo despejado y un sol entibiándome… allá lejos vi una cabaña y cuando me acerqué a ella, pude ver que allí estaban el poeta Ángel González, Juan Gelman, Alfredo Zitarrosa y muchos más. Y entre ellos, pude ver nuevamente aquella figura toda vestida de negro de Jhonny Cash. Una vez más, no había faltado a la cita. Ya… que soy un mitómano… y por eso me fui a buscar el significado: “Que pertenece o concierne a la mitomanía (tendencia a mentir o a exagerar). Que tiende a mentir, a exagerar o a mitificar, a veces por razones patológicas.” Bueno… a exagerar, sí… pero mentira no es. Yo lo viví, yo lo sentí. En todo caso la culpable de mi mitomanía era la droga que me estaban dando… Lo cierto es que hoy, a casi 5 años de la última vez que lo ví… el viejo Jhonny Cash siempre está presente en mis paganas oraciones.        


miércoles, 24 de abril de 2024

"Chiche" Cabral... y aquella noche montevideana.

Aquella noche Carlos Vidal pasó a buscarme por mi departamento en Almería y Yacó en su Fiat 600. -Nos vamos a buscar al Chiche Cabral- me dijo. Llegamos al barrio Palermo y cuando el Chiche convenció a la "Chimasa" terminamos yéndonos los tres. Mientras buscábamos un bar, le conté a Chichito que el Negro Yamandú Pérez había estado un par de días en casa y que lo habíamos pasado de put@ madre. En el piso de Malvín vivíamos el Vampiro Marffei, yo y el Pope Terevinto. El Pope, hermano de vida y de vaso, que se vino desde EEUU a verme cuando yo me estaba muriendo en un CTI y me agarró de la mano y hoy seguimos caminando juntos, es uno de los mejores percusionistas uruguayos. Por él, conocí al Negro Yamandú, a Chichito y al Marciano Laner... Pero volviendo a aquella noche, Chichito Cabral, que era pae de Umbanda pero también amante de la música hindú, entre whisky y whisky y mientras Clarita bailaba un tango con un piloto de avión... me dijo: "Vos sos color naranja... noooo... sos azul hermano... definitivamente azul." Con el tiempo supe que el azul es la nota DO. Luego me contó cuando tocó con Celia Cruz, con José Feliciano, con el Kinto y Tótem, grupos míticos de la música uruguaya, junto a Mateo, Urbano Moraes y el Negro Rada... No cabía tanta música en su cuerpo y conste que el Chiche es grande... Pero lo mejor de todos sus cuentos fue cuando en él estaba en Hamburgo en 1961 tocando con un grupo de jazz y a continuación tocaban unos adolescentes y el Chiche se quedó a escucharlos... eran Los Beatles... Amanecimos en "Candilejas", un boliche en la esquina de Jackson y Luis Piera, escuchando en vivo a un trío que hacía tangos de Piazzolla. Cuando salimos, el sol estaba comenzando a asomar y el Chiche me dijo algo así: "cuantos recuerdos sagrados te conté esta noche..." Y de pronto se puso a cantar su tema más emblemático... "Orejas"... los dos parados mirando al Río de la Plata... Yo me guardé ese recuerdo para mí.... y ahí está y estará por siempre en mi cajita azul. Luego de esa noche nos habremos visto apenas unas dos o tres veces, pero siempre me daba un abrazo y me decía bajito al oído "Qué hacés Azul... cómo estás?" El Chiche Cabral... Chichito... un músico increíble que aún recorre las calles de Montevideo, de aquel Montevideo que supimos disfrutar, el de la bohemia, el que ya no existe más aunque siga habitando en nuestros corazones. Desde Madrid levanto una copa por vos, viejo y querido Chiche Cabral. Que así sea. Porque así será.

jueves, 7 de marzo de 2024

A Eduardo Darnauchans.

Aquel 7 de marzo del 2007, temprano me llegó un mensaje de Sofía, quien por aquel entonces tenía 19 años... "tengo para decirte que falleció el darno, se lo que vos lo amabas, por eso a su salú! La música perdió a un genio, a un excelente músico, y por sobre todas las cosas, a un poeta de la re-concha de la madre.”

Viste loco... te lo decía alguien que tenía 19 años... Vos pensabas que ya nada valía la pena y mirá... resulta que los que venían tirando la puerta abajo decían que eras flor de poeta. Darno, desde aquel día nos quedamos guachos.

Sí Darno... que sí te digo! Toda aquella mal llamada generación del silencio, nos sentimos huérfanos. Qué harían desde ese maldito 7 de marzo aquellos que se sueñan sin ninguna sonrisa? O los que estaban temblando las canciones que nunca van a cantar? Y los propietarios de botellas vacías? Y el Duque de Penurias y Madame de la Mugre?

Todos nos quedamos guachos, Darno. Incluso aquellos imbéciles que en las noches de Puppa's, te llenaban el vaso para que les hablaras de la música sefaradí o medieval. Como bien dijo "Chichila", tu eterna Compañera de vida, ya era tarde... el personaje del "Darno" ya le había ganado a Eduardo Darnauchans y por goleada.

Por eso prefiero recordar a aquel Darnauchans del Teatro Solís junto a Cabrera, al Darnauchans telonero de Bob Dylan y de Paul Simon...

Yo te quise mucho loco, si eso sirve de algo... yo te quise. Todos nosotros te quisimos mucho. Te quisimos por ser un Compañero de aquellos años duros, por estar siempre, por jugarte entero. Pero también por habernos dado tanto amor Darno... tanto amor. Vos allá en Sansueña y nosotros desde aquí... te seguimos queriendo, loco...

Eduardo Darnauchans... Poeta y Compañero. Salud!



El viejo Johnny Cash... y yo.

En Atlanta, estado de Georgia, tuve el trabajo que recuerdo con más cariño. Yo, que en Uruguay trabajaba para una multinacional, bañado en Carolina Herrera... de pronto me ví tirando el Atlanta Journal Constitution durante la noche por la ventana de la vieja Ford en el condado de Suwanee. Éramos yo y mi alma. A través de los altavoces de la vieja Ford podía escucharse Jaime Roos, Mark Knopfler o mi querida murga Contrafarsa. Pero una noche no hubo CD... puse la radio y de pronto comenzó a sonar esta canción. Era el viejo Johnny Cash junto a U2 haciendo "One". Tuve que detener la Ford... estaba todo nevado y la luna lo llenaba todo de luz. Una manada de ciervos cruzó frente a mí. Senti que tanta belleza no podía ser real. A partir de esa noche, yo que me pregunto y me vuelvo a preguntar, que vivía en un país donde no podés pararte a pensar, de pronto comencé a encontrar respuestas. Y el viejo Johnny se volvió imprescindible. Tanto, que una vez y eso fue en el 2005, ya viviendo en Dénia y luego de mi primer infarto, tal vez producto de las drogas que me estaban suministrando, abro los ojos y de pronto vi a alguien que estaba sentado junto a mi cama de hospital. Vestido todo de negro, con su sombrero tapándole el rostro y con sus piernas cruzadas apoyadas en mi cama. Era el viejo Johnny Cash, con su pistola pronta a dispararle a la muerte, por si la muy hijadeputa se acercaba demasiado. Fue todo tan real... juro que lo ví. Que ahí estaba él cuidándome. Cada tanto vuelvo a esta canción... y me sirvo un whisky y lo invoco y se lo agradezco. Que me volví místico... y ponele que sí. Pero yo se lo sigo agradeciendo... qué se yo. En diciembre del 2018, cuando entré en coma, lo volví a ver. Esa vez lo ví junto al poeta Juan Gelman, a Alfredo Zitarrosa, a Ángel González y a varios más. Cosas que producen las drogas... pero juro que los ví. Y estaban tan pero tan felices...