Desde su muerte, al amanecer del 17 de enero de 1989, no pude volver a escuchar sus discos hasta hace poco tiempo atrás. No podía soportarlo. Su voz, el sonido de sus guitarras... todo me hacía daño. Y más lo hacía desde que yo había salido del Uruguay. Hoy no solo disfruto del reencuentro con ese viejo compañero, también continúo descubriendo cosas en él, en su canto, en su mística. Siempre tuvo fama de serio, cosa que por otra parte lo era, pero me llamaba la atención que lo tildaran de hosco. No podía y seguramente no debió serlo. Un hombre que logra convertirse en la voz de todo un pueblo, tenía que ser capaz de sentir mucha ternura por el prójimo, tal como lo expresaba en su canto. Fue el cantor de todos. Sin excepciones. Enamoraba a las muchachitas y a las señoras en sus comienzos con “Milonga de ojos dorados” o con “Milonga para una niña”. Le cantaba a los cañeros del norte, a sus sufrimientos. Llenaba de esperanza la vida de los trabajadores rurales, de las prostitutas, los milicos de pueblo, los obreros y hasta de las amas de casa con aquello de “Doña Soledad... póngase un poco a pensar”. Cuentan algunos compañeros que en la época de la dictadura, mientras estaban presos, se sorprendían al escuchar a sus carceleros silbar alguna melodía de Zitarrosa. No se salvaba nadie. Nos llegaba a todos...
De mi infancia tengo el recuerdo de una noche en particular. Elbia, mi segunda madre... trabajaba en casa desde hacía un montón de años, había ayudado a criar a mi vieja y luego siguió conmigo y mis hermanas. Me llevaba a pasar algún fin de semana a su casa, allá en el proletario barrio del Cerro, más precisamente en la Avenida Grecia y Carlos Ma. Ramírez. Eran tiempos de luchas obreras y el Cerro estaba a la vanguardia de todas ellas. Mientras "el Rodney" Arismendi en el parlamento interpelaba al ministro de la época, los trabajadores del Frigorífico Nacional iban a la huelga. Entre ellos, Floreal... un hermano de Elbia. Sin querer... así... sin quererlo me fui impregnando de toda aquella buena gente obrera, trabajadora, solidaria, luchadora... Una noche, estábamos mirando televisión y había que hacer silencio, a esa hora comenzaba un programa musical llamado Discodromo, conducido por Rúben Castillo donde hacía su debut un tal Zitarrosa. Recuerdo su figura delgada, vestido con traje negro, camisa blanca y corbata oscura, impecablemente peinado a la gomina. También recuerdo la cara de las mujeres de la casa mirando embobadas la pantalla chica. Era el debut en la televisión de quien luego llegaría ser el más grande cantor popular uruguayo. Alfredo rompió con la hegemonía que hasta ese momento ejercía el folclore que nos llegaba desde Argentina, el que le cantaba al amor, al paisaje y a la nostalgia. Zitarrosa llenó de contenido sus canciones. Le cantó al amor como nadie, pero también le cantó al desamor, a la injusticia, a “la vida y sus vicisitudes” como a él le gustaba decir. Componía sus canciones pensando su música en tres guitarras y un guitarrón, lo que llevó a identificar el estilo Zitarrosa. Editó varios discos y se transformó en un fenómeno de ventas. Competía con la música que venía del exterior, pero les ganaba por paliza, incluyendo a Los Beatles. Cada disco de Alfredo se convertía en disco de oro. En 1971 adhiere públicamente al Frente Amplio, una fuerza de izquierdas que surgía de la necesidad de unirse para confrontar con los partidos de la derecha oligárquica, latifundista, ganadera y reaccionaria. El 27 de junio de 1973, el país entraba en su noche más larga. Los militares llevaban a cabo el golpe de estado que venían anunciando desde tiempo atrás, apoyados por la misma oligarquía criolla y la embajada norteamericana. Se quebraba así la tradición democrática uruguaya. Hacía un tiempo ya que Zitarrosa era censurado en las radios y la televisión. Los tres años que precedieron al golpe de estado, había sido prohibida toda difusión o actuación de actores, escritores, músicos... la cultura entera tuvo que exiliarse. Para los militares, cultura era subversión. Alfredo no tenía opción. Partió en 1976 hacia Argentina y se transformó así en uno más, de los miles de uruguayos que pasaron a tener una nueva profesión... exiliado político. Grave error el de la dictadura. Alfredo no les dio un minuto de tregua. Primero desde Buenos Aires, donde convocaba multitudes, luego en Madrid, España y finalmente en Méjico denunciaba a través de su canto y su mensaje a los torturadores y asesinos, a los verdaderos culpables de tanto sufrimiento. Sus discos fueron guardados como el mejor de los tesoros por el pueblo. El sólo hecho de escucharlos, aunque sea con el volumen bien bajito, era un símbolo de rebeldía y resistencia. Su canción Adagio a mi país, era tan pero tan triste, que él mismo confesó tiempo después en una entrevista, que había llorado amargamente mientras la componía. Al mismo tiempo, el pueblo uruguayo seguía resistiendo. Las cárceles y los centros de tortura se llenaban continuamente de hombres y mujeres dispuestos a dar la vida si era necesario. Muchos de ellos hoy continúan desaparecidos. Alfredo seguía componiendo y arroja al rostro mismo de la dictadura, su composición quizás más importante, Guitarra Negra. Una radiografía exacta del país. Una denuncia acerca de la tortura y la muerte, pero también un mensaje esperanzador, anunciando el regreso de la democracia.
Por aquel entonces, la única forma de esquivar la censura y oír la palabra de nuestros dirigentes políticos exiliados era escuchar a través de Radio Moscú el programa de Rodney Arismendi ó los sábados de tardecita, desde la antigua Checoslovaquia, por Radio Praga, el programa del ex-senador también comunista, Enrique Rodríguez comenzaba con los acordes de Adagio a mi País de Zitarrosa. Escuchar las guitarras y emocionarse, era un todo. El pueblo seguía empujando y empujando. Finalmente a comienzos de 1984, Zitarrosa es uno de los primeros exiliados políticos en regresar al país. Una multitud salió a las calles de Montevideo para recibir a su cantor. La caravana que se formó de autos, camiones, motos, bicicletas y hasta carros tirados por caballos, abarcaba varios kilómetros de largo. Su primera actuación tras el regreso, congregó a una multitud en el Estadio Centenario la noche del 31 de marzo de 1984. Recuerdo particularmente que en medio del espectáculo se cortó la energía eléctrica. Quedó todo a oscuras. La dictadura se estaba despidiendo. El corte habrá durado cerca de 30 minutos. No podíamos irnos, no lo iban a lograr. Así que empezamos a cantar consignas contra el régimen desde la tribuna. Primero fueron unos pocos, luego el Estadio entero. Por esa época aprovechábamos cualquier cosa para manifestarnos. Se habían acabado 11 años de silencio. Al volver la luz, Alfredo siguió con su espectáculo. Él tampoco se había ido. El pueblo y su cantor, ahora sí, juntos y para siempre.
Tras su regreso y por esas cuestiones de la vida, nos convertimos en vecinos, allá en Malvín. Primero vivió unos días en casa de sus suegros, luego compró una casa en la calle Aconcagua, si mal no recuerdo. Finalmente, cuando se separó de su mujer, compró un apartamento en la planta baja de un edificio recién construído en la calle Almería a la vuelta de la playa. Por ese entonces yo vivía en Almería y Yacó, frente al bar de José y Batista. Un bar donde al decir de Jaime Roos, paraba la vida. Si bien Alfredo era habitué del bar La Red en la calle Orinoco, varias veces coincidimos en lo de José. Pude comprobar, porque así lo dijo, que el exilio lo había cambiado. Pero yo lo veía triste. Con la tristeza de los grandes. En ese mismo bar se disputaba un campeonato de Truco, un juego de naipes muy popular en Uruguay. Se juega en parejas y está permitido mentir. Un amigo y yo nos enfrentábamos a Alfredo y no recuerdo bien ahora quien era su pareja. Nos ganaron por paliza. Mi amigo estaba enojadísimo conmigo. Lo que sucedió fue que era tanta mi admiración por Zitarrosa que jamás imaginé que un tipo así podía mentir. Esa noche vi reír a Alfredo como nunca. Al mismo tiempo, seguía escribiendo canciones, editó Melodía Larga y Milonga del Alma. Publicó un libro, “Sobre pájaros y almas”. Recuerdo que estaba apurado por presentarlo. Mal síntoma, pensé. Ya estaba enfermo. Su reencuentro con el alcohol, su separación, todo hizo que Alfredo se descuidara. Lo encontré un día a la salida del supermercado en Almería e Hipólito Yirigoyen con dos botellas de whisky en la mano. De gabardina y pantuflas, sin afeitarse desde hacía varios días, despeinado. Justo él que había cuidado y preservado su imagen como pocos. Pero tenía derecho. Se lo había ganado. También tenía derecho a morirse... y se nos murió el 17 de enero de 1989. Su entierro volvía a congregar a una multitud, pero esta vez lo despedíamos para siempre. El cuerpo fue velado en la institución teatral “El Galpón”. Cuando salí para ir al entierro, al pasar por su casa, ya algún vecino había puesto un ramo de flores en su balcón. Finalmente, el féretro envuelto en la bandera uruguaya comenzaba su viaje al cementerio Central y sucedió lo que tenía que suceder. Alfredo fue tomado por la multitud y llevado por ella. No podían ser otros los que lo llevaran... los trabajadores, estudiantes, hombres y mujeres del pueblo... los siempre olvidados, los nunca reconocidos, eran ellos los que llevaban a su cantor en ese viaje final. Lo pasaban de mano en mano, cantando “Alfredo, amigo, el pueblo está contigo”. Llenándolo de flores rojas... tan rojas como sus milongas sangrantes. Al llegar al cementerio, los compañeros de la UJC había pintado un mural con una leyenda. “Alfredo... la milonga está llorando.” Yo también. Alfredo, simplemente gracias... Compañero. Tu pueblo, que no te olvida.
Esta grabación pertenece a la última etapa de su exilio. Proveniente de Méjico, Alfredo estuvo unos meses en Argentina esperando el momento para cruzar a Montevideo.
Milonga para una niña, fue su primer gran éxito. (1966)
Una de sus mejores canciones... al menos para mí.
Su última grabación... este texto pertenece a uno de los cuentos publicados por Alfredo en su libro "Sobre pájaros y almas". Sabedor de su enfermedad... huele a autobiografía y despedida.
De mi infancia tengo el recuerdo de una noche en particular. Elbia, mi segunda madre... trabajaba en casa desde hacía un montón de años, había ayudado a criar a mi vieja y luego siguió conmigo y mis hermanas. Me llevaba a pasar algún fin de semana a su casa, allá en el proletario barrio del Cerro, más precisamente en la Avenida Grecia y Carlos Ma. Ramírez. Eran tiempos de luchas obreras y el Cerro estaba a la vanguardia de todas ellas. Mientras "el Rodney" Arismendi en el parlamento interpelaba al ministro de la época, los trabajadores del Frigorífico Nacional iban a la huelga. Entre ellos, Floreal... un hermano de Elbia. Sin querer... así... sin quererlo me fui impregnando de toda aquella buena gente obrera, trabajadora, solidaria, luchadora... Una noche, estábamos mirando televisión y había que hacer silencio, a esa hora comenzaba un programa musical llamado Discodromo, conducido por Rúben Castillo donde hacía su debut un tal Zitarrosa. Recuerdo su figura delgada, vestido con traje negro, camisa blanca y corbata oscura, impecablemente peinado a la gomina. También recuerdo la cara de las mujeres de la casa mirando embobadas la pantalla chica. Era el debut en la televisión de quien luego llegaría ser el más grande cantor popular uruguayo. Alfredo rompió con la hegemonía que hasta ese momento ejercía el folclore que nos llegaba desde Argentina, el que le cantaba al amor, al paisaje y a la nostalgia. Zitarrosa llenó de contenido sus canciones. Le cantó al amor como nadie, pero también le cantó al desamor, a la injusticia, a “la vida y sus vicisitudes” como a él le gustaba decir. Componía sus canciones pensando su música en tres guitarras y un guitarrón, lo que llevó a identificar el estilo Zitarrosa. Editó varios discos y se transformó en un fenómeno de ventas. Competía con la música que venía del exterior, pero les ganaba por paliza, incluyendo a Los Beatles. Cada disco de Alfredo se convertía en disco de oro. En 1971 adhiere públicamente al Frente Amplio, una fuerza de izquierdas que surgía de la necesidad de unirse para confrontar con los partidos de la derecha oligárquica, latifundista, ganadera y reaccionaria. El 27 de junio de 1973, el país entraba en su noche más larga. Los militares llevaban a cabo el golpe de estado que venían anunciando desde tiempo atrás, apoyados por la misma oligarquía criolla y la embajada norteamericana. Se quebraba así la tradición democrática uruguaya. Hacía un tiempo ya que Zitarrosa era censurado en las radios y la televisión. Los tres años que precedieron al golpe de estado, había sido prohibida toda difusión o actuación de actores, escritores, músicos... la cultura entera tuvo que exiliarse. Para los militares, cultura era subversión. Alfredo no tenía opción. Partió en 1976 hacia Argentina y se transformó así en uno más, de los miles de uruguayos que pasaron a tener una nueva profesión... exiliado político. Grave error el de la dictadura. Alfredo no les dio un minuto de tregua. Primero desde Buenos Aires, donde convocaba multitudes, luego en Madrid, España y finalmente en Méjico denunciaba a través de su canto y su mensaje a los torturadores y asesinos, a los verdaderos culpables de tanto sufrimiento. Sus discos fueron guardados como el mejor de los tesoros por el pueblo. El sólo hecho de escucharlos, aunque sea con el volumen bien bajito, era un símbolo de rebeldía y resistencia. Su canción Adagio a mi país, era tan pero tan triste, que él mismo confesó tiempo después en una entrevista, que había llorado amargamente mientras la componía. Al mismo tiempo, el pueblo uruguayo seguía resistiendo. Las cárceles y los centros de tortura se llenaban continuamente de hombres y mujeres dispuestos a dar la vida si era necesario. Muchos de ellos hoy continúan desaparecidos. Alfredo seguía componiendo y arroja al rostro mismo de la dictadura, su composición quizás más importante, Guitarra Negra. Una radiografía exacta del país. Una denuncia acerca de la tortura y la muerte, pero también un mensaje esperanzador, anunciando el regreso de la democracia.
Por aquel entonces, la única forma de esquivar la censura y oír la palabra de nuestros dirigentes políticos exiliados era escuchar a través de Radio Moscú el programa de Rodney Arismendi ó los sábados de tardecita, desde la antigua Checoslovaquia, por Radio Praga, el programa del ex-senador también comunista, Enrique Rodríguez comenzaba con los acordes de Adagio a mi País de Zitarrosa. Escuchar las guitarras y emocionarse, era un todo. El pueblo seguía empujando y empujando. Finalmente a comienzos de 1984, Zitarrosa es uno de los primeros exiliados políticos en regresar al país. Una multitud salió a las calles de Montevideo para recibir a su cantor. La caravana que se formó de autos, camiones, motos, bicicletas y hasta carros tirados por caballos, abarcaba varios kilómetros de largo. Su primera actuación tras el regreso, congregó a una multitud en el Estadio Centenario la noche del 31 de marzo de 1984. Recuerdo particularmente que en medio del espectáculo se cortó la energía eléctrica. Quedó todo a oscuras. La dictadura se estaba despidiendo. El corte habrá durado cerca de 30 minutos. No podíamos irnos, no lo iban a lograr. Así que empezamos a cantar consignas contra el régimen desde la tribuna. Primero fueron unos pocos, luego el Estadio entero. Por esa época aprovechábamos cualquier cosa para manifestarnos. Se habían acabado 11 años de silencio. Al volver la luz, Alfredo siguió con su espectáculo. Él tampoco se había ido. El pueblo y su cantor, ahora sí, juntos y para siempre.
Tras su regreso y por esas cuestiones de la vida, nos convertimos en vecinos, allá en Malvín. Primero vivió unos días en casa de sus suegros, luego compró una casa en la calle Aconcagua, si mal no recuerdo. Finalmente, cuando se separó de su mujer, compró un apartamento en la planta baja de un edificio recién construído en la calle Almería a la vuelta de la playa. Por ese entonces yo vivía en Almería y Yacó, frente al bar de José y Batista. Un bar donde al decir de Jaime Roos, paraba la vida. Si bien Alfredo era habitué del bar La Red en la calle Orinoco, varias veces coincidimos en lo de José. Pude comprobar, porque así lo dijo, que el exilio lo había cambiado. Pero yo lo veía triste. Con la tristeza de los grandes. En ese mismo bar se disputaba un campeonato de Truco, un juego de naipes muy popular en Uruguay. Se juega en parejas y está permitido mentir. Un amigo y yo nos enfrentábamos a Alfredo y no recuerdo bien ahora quien era su pareja. Nos ganaron por paliza. Mi amigo estaba enojadísimo conmigo. Lo que sucedió fue que era tanta mi admiración por Zitarrosa que jamás imaginé que un tipo así podía mentir. Esa noche vi reír a Alfredo como nunca. Al mismo tiempo, seguía escribiendo canciones, editó Melodía Larga y Milonga del Alma. Publicó un libro, “Sobre pájaros y almas”. Recuerdo que estaba apurado por presentarlo. Mal síntoma, pensé. Ya estaba enfermo. Su reencuentro con el alcohol, su separación, todo hizo que Alfredo se descuidara. Lo encontré un día a la salida del supermercado en Almería e Hipólito Yirigoyen con dos botellas de whisky en la mano. De gabardina y pantuflas, sin afeitarse desde hacía varios días, despeinado. Justo él que había cuidado y preservado su imagen como pocos. Pero tenía derecho. Se lo había ganado. También tenía derecho a morirse... y se nos murió el 17 de enero de 1989. Su entierro volvía a congregar a una multitud, pero esta vez lo despedíamos para siempre. El cuerpo fue velado en la institución teatral “El Galpón”. Cuando salí para ir al entierro, al pasar por su casa, ya algún vecino había puesto un ramo de flores en su balcón. Finalmente, el féretro envuelto en la bandera uruguaya comenzaba su viaje al cementerio Central y sucedió lo que tenía que suceder. Alfredo fue tomado por la multitud y llevado por ella. No podían ser otros los que lo llevaran... los trabajadores, estudiantes, hombres y mujeres del pueblo... los siempre olvidados, los nunca reconocidos, eran ellos los que llevaban a su cantor en ese viaje final. Lo pasaban de mano en mano, cantando “Alfredo, amigo, el pueblo está contigo”. Llenándolo de flores rojas... tan rojas como sus milongas sangrantes. Al llegar al cementerio, los compañeros de la UJC había pintado un mural con una leyenda. “Alfredo... la milonga está llorando.” Yo también. Alfredo, simplemente gracias... Compañero. Tu pueblo, que no te olvida.
Esta grabación pertenece a la última etapa de su exilio. Proveniente de Méjico, Alfredo estuvo unos meses en Argentina esperando el momento para cruzar a Montevideo.
Milonga para una niña, fue su primer gran éxito. (1966)
Una de sus mejores canciones... al menos para mí.
Su última grabación... este texto pertenece a uno de los cuentos publicados por Alfredo en su libro "Sobre pájaros y almas". Sabedor de su enfermedad... huele a autobiografía y despedida.
12 comentarios:
Hola Gato, excelente post el que escribes sobre Alfredo, uno de los grandes de nuestra cultura popular.
Fue el Cacho Arbola, alla por el año 85, en Buenos Aires que me hablaba mucho de Zitarrosa.
Siento gran admiración por su legado y su compromiso político.
Disfruto mucho de sus canciones, que reflejan el sentir urbano y el del campesino de nuestra gente .Recuerdo nítidamente, la noche del 17 de enero del 89, estando en Santiago de Chile, nos reunimos un grupo de compañeros uruguayos para rendirle un humilde homenaje.
Eran tiempos de dictadura en Chile y teníamos que tener mucho cuidado, fue mi gran amigo y compañero, Roberto Roslik, el que se encargo de hacer una reseña de la vida de Alfredo, mate amargo en la vuelta fue nuestra forma de acompañar la memoria del compañero.
Gracias Gato por compartir con nosotros este articulo , donde los que no tuvimos la oportunidad de conocerlo personalmente, vamos conociendo un poco mas de el compañero ALFREDO ZITARROSA.
Un abrazo
José
Uf... El otro día, inmerso en mis cosas y sin darme cuenta de las fechas, escuché Pa'l que se va...
Esa milonga, así de simple y sencilla, me puede.
Porque dice muchas cosas.
Cosas que uno ve todo el tiempo.
Gente que olvida de donde viene.
Creo que ya te dije antes, el día que me enteré que se murió (a fines de enero, en esas fechas estaba haciendo la colimba en Comodoro Rivadavia, y me habían mandado de vuelta a fines de mes para llamarme de nuevo en febrero para otro destino), fue una de esas noticias que me pusieron mal.
Recuerdo haber leído reportajes suyos cuando vivía en México, fotos de él tomando mate, hablando de Uruguay como si hubiera estado ayer nomás, y tenía años de exilio (él en un momento incluso dice que se fue de Buenos Aires porque sentía a Montevideo demasiado cerca y eso lo estaba destruyendo, y optó por irse lo más lejos que pudo en ese momento, para no sentir que tomándose un buque llegaba en minutos a su patria).
Siempre admiré eso en los artistas uruguayos, su amor por su tierra, su lucha, su discurso, su poesía, su compromiso, que venía por su amor a su patria. Cosa que de este lado... no siempre...
Tuvo un destino triste, como son tristes las realidades que vivimos en este lado del planeta.
Hoy nos queda su arte. Solo esperemos que sus cantos esperanzados sean los que perduren en el tiempo, y que aquellos que hablan de los horrores que nos acontecieron sean algo borroso en el pasado.
Abrazo, viejo
José:
Imagino esa noche del 17 allá en Santiago compartiendo un mate en homenaje a Zitarrosa... mirá que vos también cosas para contar che... si tendrás... decime, Roberto es pariente de Vladimir Roslik? Si es así, me gustaría conectarme con él. Te mando un abrazo enorme.
Luis:
Así que conocés Comodoro Rivadavia, donde está cantando el Vidal ahora... Vos sabés que el destino de Zitarrosa fue el de convertirse en el más popular de los cantores uruguayos. El día que murió entró en el mito y para siempre. Es bueno ver que es la gente, la misma gente a la que le cantó Alfredo, quien custoria su legado. Y basta con cruzar el charco para que puedas comprobar que es así. Un abrazo grande también para vos.
Magistral su relato Don Gato, como siempre y como los buenos libros a los que no se puede dejar de leer, sus palabras atrapan.
Me gusta mucho la música de Zitarrosa y si tengo que comparar me sale indefectiblemente el nombre de Jorge Cafrune en nuestro país.
Besotes amigo Gato!!
Hola Gato, en efecto, Roberto es hermano de Vladimir. Ahora le paso los datos de tu blog y se pone en contacto con vos. Roberto reside en Chile y seguro te dejara algun comentario. Si te es posible decime cual correo electronico usas, para mandarle.
un abrazo y cuando puedas date una vueltita por nuestro blog, siempre es lindo recibir visitas.
José
Hola, gato:
No conocia "Esta voz"
Es impresionante.
En que disco esta?
D donde la sacaste?
Gracias por la info de antemano
anónimo... aunque sea un nombre, un "Tito, Yaya, Pocho..." de todas formas te cuento que "Esta voz" está en el segundo cd de los llamados "Inéditos" de Alfredo. Lo podés encontrar en cualquier disquería de Uruguay o en la "tienda" de mis buenos amigos de www.fotosdeuruguay.com.ar donde suelen tener en su catálogo toda la música nacional.
Excelente post, casualmente tengo que hacer un trabajo para la universidad (Sherbrooke)de un cantante y como no podia ser de otra manera eleji a Alfredito.
ufff QUE MARAVILLOSO!!! naci en argentina tengo 30 años mis padres Uruguayos ,supieron enseñarme tal como lo harian si hubiese nacido en algun lugar de uruguay las costumbres, la musica y el lexico uruguayo viviamos en busnos aires pero yo igual decia caldera,omnibus, gurises, al dia de hoy recuerdo despertarme con el sonido de unas guitarras los domingos en la mañana cuando mi padre hacia un asadito uruguayo en capital como se podia en las azoteas, patios pequeños esa musica me fue llenando de muchos deseos de conocer a una gran persona como fue y sera ALFREDO ZITARROSA un dia despues de los tiempos dificiles yo tenia apenas algunos años fuimos a verlo el primer recital que hizo en buenos aires "el flaco",aplaudi como nunca...todavia recuendo una banderita que llevamos de uruguay estaba en primera plana del canal argentino,cuando termino el recital mis padres y yo esperamos a la salida para poder saludar a Zitarrosa ,por fin sale y mi padre me toma en brazos el me mira me prendo de su cuello y como si fuera de mi familia lo abrace tan fuerte tan fuerte que las camaras empezaron a flashear recuerdo aquel beso a Zitarrosa como si hubiese sido ayer....te quiero mucho siempre estaras en mi corazon !..... desde barcelona MARA.
se acerca nuevamente otro aniversario de la desapariciòn de nuestro Alfredo.Hubieron, hay y van a haber muchos exponentes que nos identifiquen a los uruguayos y a nuestro "paisito" a traves de las letras y la musica, pero como Alfredo nadie.Resido en la Argentina desde el año 1982, y las
"causalidades "de la vida han hecho que junto con otros compañeros tengamos un programa de radio que se llama :Dos orillas, Una voz Artiguista que habla del frente en la FM 105.7. Hoy buscando material para compartir con los oyentes otro aniversario de la partida de nuestro querido Alfredo, encuentro este hermoso lugar , en donde poder expresar algo sobre ese dejo de tristeza que uno experimenta al saber que Alfredo ya no està, pero cómo "vive "en lo más profundo de nuestro ser, manteniendo vigente en cada uno de nosotros su "decir",eso... que uno tantas veces quiere expresar y no sabe como. !Muy bueno el Blogger!
Buenas, recién leo esta muy emotiva publicación.
¿Qué podría decir yo? Me gusta mucho la tristeza, es como si fuera un lugar para el que estoy hecho a medida.
Hay un montón de cantautores nacionales que son una joya, pero hay tres que me hacen casi que alucinar: Zitarrosa, Darnauchans y Cabrera.
Zitarrosa y Darnauchans, son los personajes más tristes de la cultura uruguaya. Y ambos excelentes, excelentes cantantes.
Cabrera y Zitarrosa, tienen una cosa muy "de acá", en Zitarrosa está claro eso, en Cabrera un poco más sugerido, pero igual es marcada su influencia de los ritmos y armonías de la canción criolla.
Darnauchans y cabrera tienen una sinceridad más cerebral, como una cosa matemática, un toquecito, pero apenas, más intelectual y refinado. Mientras en Zitarrosa la cuestión es más visceral y rabiosa.
Soy un fanático de estas tres joyas de la música uruguaya. Hay veces en las que no puedo parar de pensar en sus canciones, sus versos, sus melodías. Y es muy fuerte la sensación, es como si me convirtiera en un rollo de fotos, que es expuesto a mucha luz, impreso de sensaciones. No sé muy bien qué es lo que sucede, en eso ando.
Muchas gracias por estos textos.
Bueno, me quedé con gusto a poco de mi comentario.
Hay una sensibilidad muy particular en la música uruguaya. Se ve que hay cosas por acá que es difícil no verlas y no escapan a los artistas de acá.
Asamblea Ordinaria, por ejemplo, aparte de sus hermosísimas, muy inteligentes y elaboradas guitarras, posee una mezcla muy interesante de un humor, a veces, muy inteligente, y a veces, un poco tonto pero simpático. Pero tienen todo un costado de esto, de la tristeza que no se ve. Ejemplo de esta veta pueden ser canciones como "La covacha", "Vaivenes", "No pasaba nada", bueno y muchas más quizás la milonga de los 38 versos, "los otoños del matrimonio" y una larga lista que habría que detalladamente nombrar
Por otro lado, cosas de un Mateo que camina cabizbajo: "Y hoy te vi", "Razones locas", "Si vieras", "Mejor me voy" y también, otra larga lista que habría que hacer con rigor.
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