Estoy aquí
en el mundo
en un lugar del mundo
esperando
esperando.
Ven
o no vengas
yo
me estoy aquí
esperando.
Idea Vilariño
Mientras suena Astor Piazzolla miro por el ventanal. Está anocheciendo en Denia. A lo lejos, las montañas se van llenando de puntitos luminosos. Son las mismas luces que en noches no muy lejanas, al verlas... me producían una mezcla de emoción y melancolía, de esa melancolía bien pero bien uruguaya. La que lastima de a poquito, sin que te des cuenta... No se por qué pero en algunas madrugadas, cuando el sueño se negaba a venir, me quedaba largos ratos observando esas luces. Me preguntaba si a esa misma hora, en ese instante... desde aquella montaña, habría alguien mirando hacia mi ventana. Quizás, esa persona también estuviera triste... Es que a veces me siento más triste que la tristeza...
Uno con los años va cambiando, la vida nos va cambiando. Cuando creemos que ya nada nos puede sorprender, entonces ahí se produce el milagro. Con cualquier cosita, por más chiquita que sea, nos damos cuenta de que seguimos emocionándonos. Piazzolla me sigue emocionando. Que me perdonen mis amigos argentinos, aunque ellos ya lo saben... pero hace largo rato ya que les vengo robando al Astor. No concibo el Centro o la Ciudad Vieja de Montevideo sin su música. Puedo cerrar los ojos y mientras escucho los suspiros de su bandoneón, puedo recorrer de memoria y sin equivocarme cada baldosa, cada pedacito de suelo... Caminar por Soriano, subir por Río Negro hasta San José. Cortar camino por La Madrileña, tomar 18 de Julio, saludar a Julio, el diariero de la esquina. Preguntar precio por los mates en el puesto de al lado y seguir rumbo a la Plaza Independencia. Bajar por Juncal y llegar hasta la querida y entrañable callecita Paraná. Solo tiene una cuadra de largo... pocos son los que la conocen. Doy fe de que es uno de los mejores rincones de Montevideo.
Yo vivía en un tercer piso, frente a la desembocadura de Juncal.
Desde la cocina podía ver los techos góticos y art-decó de las viejas casonas y las cúpulas de la Catedral. Como olvidarme de aquellas noches llenas de bohemia? Paraná es una calle de una sola cuadra pero con una acústica increíble. A eso de las 10, me servía un wiskhy y comenzaba a sonar el Adiós Nonino del Astor a todo volumen. Era cuestión de esperar... Desde el edificio de enfrente, Joaquín con su saxo contestaba con una dulzura que emocionaba. En la puerta contigua a la mía, vivía Don Enrique... era escuchar a Joaquín y al instante aparecía por la ventana, también con su vaso lleno. Así pasaban Verano porteño, Tango apasionado, Contrabajísimo y muchos tangos más. La calle entera se llenaba de música y entonces se producía el milagro, tres personas eran capaces de unir sus soledades sin hablar una sola palabra y sentirse aunque sea por un rato, compañeros.
Con el tiempo, Joaquín se fue a vivir a Suecia.
Don Enrique era un estanciero perjudicado por la famosa tablita... el desastre económico de los 80. Al morir su mujer, Enrique decidió vender lo poco que le quedaba y repartir el dinero entre sus dos hijos. Solo le quedaba ese apartamento y una mente lúcida. Al cumplir 80 años, sus hijos... no encontraron mejor regalo que internarlo en una casa de ancianos. Justo a él... que regalaba salud. Las veces que me ayudó a esconder a alguna “fulana”, mientras otra subía por el ascensor... Esta noche, Viejo Compañero de tanta bohemia, mientras sigue sonando Piazzolla brindaré por vos. Quizás, Joaquín con su saxo, desde una esquina cualquiera de Estocolmo, se nos una. Como en aquellas... nuestras noches de la calle Paraná.
Uno con los años va cambiando, la vida nos va cambiando. Cuando creemos que ya nada nos puede sorprender, entonces ahí se produce el milagro. Con cualquier cosita, por más chiquita que sea, nos damos cuenta de que seguimos emocionándonos. Piazzolla me sigue emocionando. Que me perdonen mis amigos argentinos, aunque ellos ya lo saben... pero hace largo rato ya que les vengo robando al Astor. No concibo el Centro o la Ciudad Vieja de Montevideo sin su música. Puedo cerrar los ojos y mientras escucho los suspiros de su bandoneón, puedo recorrer de memoria y sin equivocarme cada baldosa, cada pedacito de suelo... Caminar por Soriano, subir por Río Negro hasta San José. Cortar camino por La Madrileña, tomar 18 de Julio, saludar a Julio, el diariero de la esquina. Preguntar precio por los mates en el puesto de al lado y seguir rumbo a la Plaza Independencia. Bajar por Juncal y llegar hasta la querida y entrañable callecita Paraná. Solo tiene una cuadra de largo... pocos son los que la conocen. Doy fe de que es uno de los mejores rincones de Montevideo.
Yo vivía en un tercer piso, frente a la desembocadura de Juncal.
Desde la cocina podía ver los techos góticos y art-decó de las viejas casonas y las cúpulas de la Catedral. Como olvidarme de aquellas noches llenas de bohemia? Paraná es una calle de una sola cuadra pero con una acústica increíble. A eso de las 10, me servía un wiskhy y comenzaba a sonar el Adiós Nonino del Astor a todo volumen. Era cuestión de esperar... Desde el edificio de enfrente, Joaquín con su saxo contestaba con una dulzura que emocionaba. En la puerta contigua a la mía, vivía Don Enrique... era escuchar a Joaquín y al instante aparecía por la ventana, también con su vaso lleno. Así pasaban Verano porteño, Tango apasionado, Contrabajísimo y muchos tangos más. La calle entera se llenaba de música y entonces se producía el milagro, tres personas eran capaces de unir sus soledades sin hablar una sola palabra y sentirse aunque sea por un rato, compañeros.
Con el tiempo, Joaquín se fue a vivir a Suecia.
Don Enrique era un estanciero perjudicado por la famosa tablita... el desastre económico de los 80. Al morir su mujer, Enrique decidió vender lo poco que le quedaba y repartir el dinero entre sus dos hijos. Solo le quedaba ese apartamento y una mente lúcida. Al cumplir 80 años, sus hijos... no encontraron mejor regalo que internarlo en una casa de ancianos. Justo a él... que regalaba salud. Las veces que me ayudó a esconder a alguna “fulana”, mientras otra subía por el ascensor... Esta noche, Viejo Compañero de tanta bohemia, mientras sigue sonando Piazzolla brindaré por vos. Quizás, Joaquín con su saxo, desde una esquina cualquiera de Estocolmo, se nos una. Como en aquellas... nuestras noches de la calle Paraná.
10 comentarios:
En estos días, en que mi relación de renegada con mi lugar natal va a quedar en segundo plano por el amor a mi amor, creo que ya tengo turno para aprenderme unos pasitos de tango... quién le dice, don gato, entre caradurez y ganas , algo de bueno salga...Abrazo, bo`y deje las nostalgias un poco que le va a hacer mal al cuore!
Y sí... la melancolía se desplaza por los pueblos y entra por cada ventana al ver que el paisaje no es familiar, sí conocido pero no familiar. Me suele pasar cuando Morfeo me da una tregua y puedo descansar, que al despertarme miro por la ventana y es un despertar un tanto resignado de momento. A veces me pregunto si las dalias que plante antes de irme crecieron o si el cedrón no se seco. Los mellizos de una amiga cumplieron un año, nació Joaquín el hijo de otra, y esta semana mi amigo Marce me cuenta que va a ser padre, otro pequeñin que conozco comienza el liceo y yo no estoy en ninguno de esos momentos. Me pasa cuando estoy esperando el cambio de luces en una esquina o sentada en un bar tomando un café y reparo en las caras, ya es costumbre no ver ninguna familiar o conocida. Y el tiempo nos cambia es verdad, cambia a los que están alla y a los que estamos aquí, da igual donde. Que recuerdos nos trae la música no? Y ahora se viene febrero y el carnaval... buuaa!! Mejor ni lo pienso y me voy a conocer los de Tenerife y de paso visito amigos.
Besos
Ya te lo dije, seguramente más de una vez, pero repito: "la tristeza miente formas de Dios"
Que ni me entere... porque entonces voy a ser yo quien traiga a mis animalitos, y a los nuevos también: peces negros con rayas amarillas.
una islita con agua celeste celeste, palmeras, ningún muelle
gaby:
que va... solo son historias de uno... cosas que pasan, como diría Larralde...
_guada:
si nos perderemos cosas por la lejanía... si sabremos acerca de faros, aeropuertos y velas, no? Ni me hables de febrero... ayer fue el desfile por 18... buaaa!! Lloremos juntos guada buaaaaaa....
gabriela:
es que me olvido de esa frase... me alegro mucho que tus nuevos animalitos sean del glorioso Peñarol... isla sin muelle? Y dónde se amarran las botellas con mensajes que llegan a la isla? Igual me la quedo. Sí... definitivamente me la quedo...
Don Gato: Como decirle que este post con tanta belleza pero a la vez con tanto sabor agridulce ha pasado la pantalla emocionandome de una manera que no pensaba...Astor, no puedo escucharlo me ahueca el alma y es dificil reponerse...
Seguramente alguien desde alguna otra ventana le està regalando una sonrisa, sabiendo que ud.la necesita...
PD1: Como es eso que escondia fulanas mientras otra subia por el ascensor?
PD2: Tiene una nueva profesiòn? espero que me guarde algunos globos y me regale alguna nariz...
Pd3: Esa es la vista desde su ventana?
besos enormes.
maga:
Tendré que asumir que es agridulce... pero son solamente historias de uno mismo.
Respuesta 1: Y sí...
Respuesta 2: Payaso che...
Respuesta 3: Ojalá fuera... pero no. Eso es Montevideo visto desde el mar.
Besos y globos para vos. La nariz no... solo la presto un ratito...
Creo que los argentinos tendrán que asumir que el Sr.Piazzolla dejó de ser sólo de ellos. Te acepto que también sea uruguayo, gato, pero yo me lo imaginaba a ratos de Valparaíso quizás, en una de esas del cerro Barón o Larraín, tal vez tocando en El Cinzano, o tomando vino con fruta con mi abuelo.
Tango fugata, Libertango, Tango apasionado. Son para escucharlos en las tardes mirando las luces que se encienden para resistir la noche.
PD. Gran idea lo del ascensor.
Querido amigo, hace tiempo que quería escribirte. Hace tiempo que entro en el blog pero nunca había dejado comentario alguno. Realmente admiro tu capacidad para sacar esas cosas afuera, esas que nos oprimen el pecho y humedecen los ojos. La nostalgia, es como un bichito que se nos metió debajo de la piel el mismo día de nuestra partida. Aprendemos a vivir con ella, a callarla, a anestesiarla y a su vez, cosa de locos, vamos por la vida construyendo "futuras nostalgias". Quizá el poder escribirlas, sea una especie de exorcismo que te ayuda a vivir mejor el hoy, que por otro lado es lo más seguro que tenemos. Gracias.
Solo quería decirte eso.
Gaetano
mauro:
Tenés razón. Queda decretado que el Astor es ciudadano de los sentimientos. Así nomás. Vos sabés que leyéndote... lo vi... te juro que lo vi al Astor en El Cinzano. Y más aún... lo vi también tomando vino con fruta con tu abuelo. Te conté que el mejor vino o quizás el que más recuerde, es aquel tinto que tomé en un tazón de madera, sentado en la caleta de Angel Mó, en Puerto Montt. Aún hoy lo recuerdo... Lo de "las luces que se encienden para resistir la noche"... eso me lo guardo...
Gaita! Qué alegría me dio leer tu comentario... Estoy seguro que vos sentís lo mismo, pero cada uno las expresa como puede... lo bueno es poder sacarlas y compartirlas. Que sepas que tanto vos como Estela y los 4 gurises están en mis paganas oraciones. Un abrazo y gracias...
jejeje... Por mí, te lo regalo a Piazzola envuelto con moño y todo... Yo soy de la vieja guardia, Gardel, Contursi, Bettinotti ;)
Por lo demás, cuídese de la melancolía, que mata más que algunos vicios que andan por ahí...
Aunque no sé tampoco como se soluciona eso. Y no sé si estando en Montevideo no estaría usted añorando lo que fue...
Cosas que se le ocurren a uno pensando en muchas cosas
Abrazo, che
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