
Pintabas para nena bien, de clase acomodada, colegio de monjas. Te enseñaron a bordar mientras esperabas a tu príncipe. Pero te enamoraste de un plebeyo de la calle Marsella, más precisamente del barrio Reducto. Y fue una hermosa historia de amor.
Cuando gobernaban los colorados, te hiciste blanca, de puro contra... Del Movimiento Nacional de Rocha... Carlos Julio era tu ídolo. Además de Jhonny Tedesco, Nicky Jones y el resto del Club del Clan. Aunque terminaste votando a la 1001 y emocionándote con Sabina...
De puro terca, fuiste la primer mujer de toda la familia en sacar la libreta de conducir. Cosa rara para aquellos tiempos. Nos enseñaste a amar a Piriápolis, sus festivales de Costa a Costa y a Charles Aznavour.
De puro terca, vos que pintabas para un futuro brillante, terminaste repartiendo alfajores en la Lada... Por ese mismo motivo, en tu escritorio de la vieja Caja de Jubilaciones, en tiempos de dictadura, se refundó el sindicato de los trabajadores de la Seguridad Social. De eso podemos dar fe José Luis, Aníbal, Adolfo, José, Beatriz y tantos otros que luego formamos parte de la dirección de la ATSS.
Me acuerdo aquel día maldito cuando me apartaste del asado y me llevaste al fondo de casa, allá junto a los eucaliptus y me dijiste que te estaba comiendo el cáncer. Está bien, sos mi vieja, pero juro que nunca vi a nadie luchar como vos lo hiciste. En los momentos más jodidos, sacabas una fuerza que nos contagiaba a todos. Un día antes de morir, pensaste que aquella Nochebuena tus nietos no podían quedarse sin sus regalos y allá te fuiste al centro en taxi. Cuando volviste, con los paquetitos ya prontos para ser puestos bajo el arbolito, entraste en coma y ya no volviste más. Pero hay una imagen que dentro de todo el dolor que nos provocó tu puta enfermedad, la recuerdo con tanto cariño... Luego de la quimioterapia, estabas sentada bajo un sol invernal tejiendo, mientras escuchabas a Sabina, y te recuerdo cantar con Joaquín: “Quien supiera reír, como llora Chavela...” y cada vez que terminaba la canción me pedías que la volviera a poner... Cuando te enterramos en el cementerio del Buceo, nos acompañó tanta gente... éramos una multitud, de pronto alguien quebró el silencio y gritó “Fuerza Delia” y todos comenzaron a aplaudir. Ni siquiera recordar tu muerte me entristece. Recordarte me hace bien. Feliz Cumpleaños, vieja...