miércoles, 26 de enero de 2011

Historias de caballos blancos...


Hoy el sol invitaba a caminar.
Música, termo y mate, tabaco y allá salí rumbo al bosque.
Por las noches, la temperatura de la sierra está bajando hasta los -6º y eso se nota.
Parte del camino estaba congelado, pero un cielo azul y el verde de los campos valían la pena. Al llegar a la cañada, bloques de hielo se derretían gota a gota.
Me senté a escuchar el sonido del torrente que bajaba helado desde la montaña.
Me lié un tabaco y mientras hinchaba el mate humeante sentí lo de siempre...
Ese lugar tiene una magia especial.
Tal vez el sonido del agua mezclado con el silencio me hace bien.
Me da paz.
Estuve un buen rato viendo el vaivén de las algas.
Otra cosa que no deja de maravillarme... las algas.
Cuando comenzaba a bajar el sol decidí volver a casa.

De atrás de unas piedras emergió la imponente figura de un caballo blanco.

Me sorprendí al confirmar que venía a mi encuentro.
Está bien que uno viva en la sierra pero no deja de ser un bicho de ciudad.
Qué se hace frente a un caballo que viene a tu encuentro?
Y le comencé a hablar. Al comienzo lo hice gritando.
El caballo seguía acercándose.
Cuando estuvo junto a mí, bajó su hocico rumbo a mi brazo. Me lo separaba del cuerpo.
Yo meta hablarle hasta que me di cuenta... comencé a acariciarlo.
Cuando dejaba de hacerlo, el caballo resoplaba.
Y ahí sí... ahí nos hablamos largo y tendido.
Nos contamos historias.. bah... yo contaba historias. Y él parecía escucharme interesado. Habremos estado así una media hora.
De pronto, así como vino, decidió marcharse.
Lo vi alejarse y sin salir de mi asombro, sentí que había vivido una experiencia extraña. Hermosa, pero extraña.


Aquella mañana de junio del ‘82, en la falda del Cerro Guazapa, (Departamento de Cuscatlán - El Salvador) las milicias del FMLN (Farabundo Martí para la Liberación Nacional) habían librado unas escaramuzas contra un comando del ejército salvadoreño.
Todos sabían que se venía una batalla inevitable por el control de la zona.
Al atardecer, mientras descansaban bajo la sombra de un enorme amate, la Comandante Celia y un guerrillero hablaban pausadamente.
Tal vez por miedo a la batalla que se avecinaba o vaya a saber por qué, la muerte era algo que nadie nombraba pero todos hablaban acerca de ella.
De una u otra forma, hablaban.
Fue cuando Celia le dijo a aquel guerrillero que si ella moría, un día se le aparecería en forma de caballo blanco.
Él intentó cambiar de tema pero ella insistió.
–Acuérdate... un caballo blanco-.
Y se durmieron abrazados.
Al amanecer se escucharon los primeros estruendos. La aviación salvadoreña comenzaba un bombardeo que duraría horas.
El Guazapa hervía en llamas.
La guerrilla tuvo que internarse desesperadamente en la selva escapando a la superioridad del fuego enemigo.

-Un caballo blanco- recordaba el guerrillero mientras llevaba sobre sus hombros el cuerpo de la Comandante Celia, muerta por la metralla de una granada.

GT (Desde algún lugar de la Sierra de Madrid en el mes de enero del 2010)



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1 comentario:

Luciano dijo...

Yo le chiflaba a una caballo blanco acá cerca, pero no venía.

Muy buenas las fotos.